Logos 103
Está escrito: «Oh Señor Divino, Tú estás en el corazón de cada ser, la Guía Suprema. Por Tu inteligencia superior, captas el esfuerzo de cada uno sin dificultad.»
El Señor está en el corazón de cada ser y actúa allí como el testigo de sus acciones, el Supremo Maestro y consentidor de la acción. En efecto, nadie puede experimentar ningún placer si el Señor no lo consiente, pero Él es, sin embargo, el beneficiario de los frutos de la acción material. El Señor Todopoderoso, en su gran benevolencia, satisface los pueriles deseos del ser vivo. Pero la verdad es que no conoce el verdadero placer mientras le animen esos deseos, pues así sólo obedece a los caprichos de sus sentidos, pero sin ganar nada.
La perfección del deseo consiste en querer servir al Señor. El Señor exige que todo ser vivo renuncie a todos los deseos personales y coopere con los suyos. Llegar a ser Uno con el Señor Supremo, por lo tanto, consiste en unir los propios deseos con los Suyos. Tal es la perfección de todo deseo.
El Señor está en el corazón de cada ser vivo como el Alma Suprema y por lo tanto conoce los pensamientos de cada uno; por lo tanto nadie puede actuar sin Su conocimiento. Por Su inteligencia superior, Él da a todos la oportunidad de satisfacer plenamente sus deseos, y es Él quien concede los frutos del acto.
Logos 104
El Señor dice: «La más alta perfección del virtuosismo consiste en una percepción personal de mis moradas.»
La más alta perfección de la existencia consiste en conocer al Señor mediante la percepción directa de su persona, que Él concede por gracia. Cualquiera que manifieste el deseo de dedicarse al servicio devocional al Señor, de acuerdo con las autorizadas escrituras reveladas reconocidas por los sabios, los auténticos maestros espirituales, alcanzará tal nivel. El propio Ser Divino nos pide que permanezcamos siempre conscientes de Él, que seamos sus devotos, que le adoremos sólo a Él y que nos postramos ante Él. Quien lo haga volverá a Dios en su morada original sin ninguna duda. El Señor afirma además que uno debe abandonar todas las demás ocupaciones y entregarse plenamente a Él, y que entonces Él concede toda la protección a tal devoto de Su persona.
La más alta perfección de la erudición es conocerlo a Él y a Su morada sin ninguna ilusión. Estos son los secretos para alcanzar la más alta perfección.