Aprendamos a Conocer al Padre Eterno
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los parias se caracteriza por el hábito de prácticas de las que se abstienen los miembros de las divisiones sociales superiores, a saber, las relaciones sexuales ilícitas, el consumo de carne, el juego y la ingesta de tóxicos o sustancias embriagantes. Estos actos pecaminosos obstaculizan a la persona que los comete y le impiden progresar en el camino de la realización de Dios. Sólo quien está completamente libre de las consecuencias de sus actos pecaminosos puede dedicarse al servicio devocional o a la Conciencia de Krishna.

Krishna entró en la cueva y desapareció de los ojos de su perseguidor. Sólo aquellos que son puros pueden acercarse a Dios y así verlo cara a cara.

El Señor está en medio de la batalla de kuruksetra que organizó para aniquilar a los malhechores demoníacos incluyendo a los reyes y sus cómplices. Para ello, desempeñó el papel de conductor del carro de Arjuna.

Cuando Arjuna, el rey y amigo de Krishna, vio a los líderes militares y a los combatientes listos para luchar en el campo de batalla y parecía estar confundido, el Señor disipó su confusión dándole el conocimiento espiritual.

En la época védica, el deber de los reyes y de los líderes militares era situarse en la vanguardia de las líneas de combate durante la propia batalla. Nunca habrían actuado como los llamados jefes de Estado y ministros de Defensa de nuestros gobiernos modernos, que se sientan en casa mientras sus pobres soldados o tropas mercenarias luchan en el campo de batalla. Puede que estas sean las formas de la democracia moderna, pero en los días de la monarquía real, los reyes no eran cobardes, elegidos sin tener en cuenta su posición social y las cualidades requeridas para sentarse en el trono. En la batalla de Kuruksetra, por ejemplo, todos los jefes de estado, Drona, Bhisma, Arjuna, Duryodhana, y todos los demás de ambos bandos, tomaron parte activa en la batalla, que además tuvo lugar, cabe señalar, en un lugar muy definido, lejos de cualquier residencia: ninguno de ellos permaneció en la sombra, limitándose a abastecer a las tropas. Porque los reyes no sólo lucharon con valentía, sino que también se aseguraron de que los ciudadanos inocentes no se vieran afectados por la batalla. Estos últimos no temían el resultado de la batalla: fuera cual fuera el resultado, seguirían pagando al rey, ya fuera Arjuna o Duryodhana, una cuarta parte de sus ingresos como impuesto.

Los generales de los dos bandos en el campo de batalla de Kuruksetra se encontraban así frente a frente, y cuando Arjuna los vio, le invadió un sentimiento de gran compasión, y comenzó a lamentar que tuviera que masacrar a su propia gente para recuperar un reino. No es que le asustara en absoluto el imponente despliegue militar de Duryodhana, sino que era un devoto del Señor, y por tanto misericordioso, y renunciar a los bienes de la tierra era algo natural para él; por eso tomó la decisión de no luchar sólo por los beneficios materiales, lo que le habría obligado a matar a sus parientes. Sin embargo, su decisión se basó en un conocimiento incompleto, de ahí el uso de las palabras «inteligencia confusa». Es cierto, por otra parte, que la

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