El camino hacia la liberación, hacia la verdadera libertad
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La tercera mentira es la que lleva a los incrédulos demoníacos a afirmar que cuando morimos, permanecemos muertos hasta el día señalado de la resurrección de los muertos. Añaden que los difuntos no están activos ni vivos en el cielo, porque están muertos y esperando la resurrección. Continúan diciendo que no nacemos con alma (la hicieron desaparecer), y que ésta puede morir. Para ellos, la resurrección concierne al cuerpo de materia.

Por supuesto, todo esto es mentira, porque no hay resurrección del cuerpo.

Estas dos filosofías conducen a los hombres a la perdición.

La filosofía atea causa un daño considerable a la humanidad, al hacer creer a la gente que Dios no existe y que pueden sumergirse a sus anchas en los placeres de los sentidos y el materialismo. No saben nada de la ley del karma, de la ley de acción-reacción, de la ley de causa y efecto, y de las consecuencias que de ella se derivan, de las que la reencarnación, a través de los signos corporales y los sufrimientos que le siguen, es la prueba.

En el mismo sentido, la filosofía del impersonalismo o nihilismo, muy difundida en la Tierra, hace igualmente mucho daño, porque afirma falsamente que Dios es un Ser Impersonal, sin forma, pura energía. Para quienes lo propagan, Dios no es una persona. Tampoco son conscientes de que el hombre es en realidad un alma espiritual que reside en un cuerpo de materia, y no la envoltura carnal con la que erróneamente se identifican, de ahí la ilusión en la que están inmersos. Se dirigen directamente a la oscuridad, a la ilusión, y la ignoran.

Estas dos filosofías mantienen al hombre en la ignorancia, le obligan a seguir un camino sin salida y le conducen a un sufrimiento recurrente, incluso perpetuo. Por eso muchas personas quieren saber por qué sufren tanto.

La energía de la ilusión está en el origen de nuestro olvido de todo.

La existencia condicionada por la naturaleza material y la energía de ilusión en la que estamos inmersos en este mundo material, tiene su origen en el olvido de la relación que nos unía a Krishna, Dios, la Persona Suprema.

Olvidada de su naturaleza espiritual, el alma encarnada sufre toda clase de sufrimientos dentro de la materia. Condicionada por la naturaleza material y la energía de la ilusión, se involucra en actividades que le permiten adoptar diversos tipos de cuerpos a lo largo de sus sucesivas encarnaciones.

Por tanto, en el universo material, las almas encarnadas tienen derecho a diversos castigos y recompensas. Sus acciones meritorias pueden elevarlos a los planetas superiores, edénicos y paradisíacos, donde pueden unirse a las filas de muchos seres celestiales, mientras que sus actos reprensibles pueden, por el contrario, precipitarlos hacia los distintos planetas infernales, al Infierno, para sufrir. Más aún, los tormentos de la vida material.

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