Palabras de Dios
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Aquel que ha realizado su identidad espiritual sirviéndome a Mí y desea alcanzar el punto más alto del Yoga, nunca debe acercarse a una mujer atractiva, pues las escrituras enseñan que para un ser santo en progreso, tal mujer representa el umbral del infierno. La mujer, creada por Dios, encarna a maya, y quien vive en contacto con ella, aceptando sus servicios, debe saber sin duda que se precipita hacia la muerte, como en un pozo cubierto de hierba.

El ser que, debido a su apego a una mujer en su vida pasada, ha recibido ahora una forma femenina, contempla tontamente a maya en la forma del hombre, su marido, y ve en él a quien le asegura riqueza, hijos, hogar y tantas otras ventajas materiales. Así, la mujer debe ver en su marido, así como en su hogar y en sus hijos, los instrumentos de su muerte, establecidos por la energía externa del Señor, al igual que el dulce canto del cazador representa la muerte para el ciervo.

Según el cuerpo que se le ha concedido, el ser materialista vaga de un planeta a otro, absorbiéndose en la acción interesada, cuyos frutos cosecha sin cesar.

Según sus actos interesados, el ser condicionado obtiene un cuerpo adecuado, con una mente y unos sentidos materiales. Luego, las secuelas de estos actos llegan a su fin, lo que se llama la muerte. Cuando se inicia un nuevo conjunto de reacciones kármicas, se produce el nacimiento.

Cuando los ojos pierden su capacidad de percibir los colores o las formas a causa de alguna afección mórbida del nervio óptico, la visión muere, y el ser vivo, el que gobierna tanto el ojo como la vista, pierde su poder visual. Del mismo modo, cuando el cuerpo físico, el lugar donde aparecen las percepciones sensoriales, se vuelve incapaz de percibir nada, se produce lo que se llama la muerte. Y el momento en que uno comienza a considerar el cuerpo como su propio ser se llama nacimiento. Por lo tanto, nadie debe mirar la muerte con horror, ni dejarse llevar por la definición del cuerpo como alma, ni disfrutar de las necesidades de la vida de forma exagerada. Al realizar su verdadera naturaleza, el ser distinto debe evolucionar en este mundo, sin apego y permaneciendo fijo en su meta.

Equipado con la visión correcta y fortalecido por el servicio devocional y una actitud pesimista hacia el ego material, uno debe, a través de la razón, relegar su cuerpo al mundo ilusorio. De este modo se puede perder todo el interés por el mundo material.

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