que afirman que el ser espiritual es igual a Dios, la Persona Suprema, pues ahí está la causa de la existencia condicionada por la materia. En cuanto un ser distinto de Dios olvida su propia posición y busca hacerse Uno con el Absoluto, comienza su existencia condicionada. Es, en efecto, la concepción de que el Señor Supremo y el ser espiritual distinto de Dios son iguales no sólo en calidad sino también en cantidad lo que da lugar a la existencia condicionada. Cualquiera que olvide la diferencia entre el Señor Supremo y el ser individual está sujeto a las condiciones del mundo material, lo que significa que tendrá que abandonar un cuerpo para aceptar otro, y morir para volver a morir.
Aquel que se niega a cumplir con las órdenes del Señor Supremo se le concede la oportunidad de disfrutar de la existencia en el mundo material. En lugar de restringir al ser condicionado, el Señor le proporciona a éste la oportunidad de disfrutar de la vida en este mundo, para que, a través de la experiencia probada, llegue a comprender después de muchísimos renacimientos que la entrega a Dios es el único deber de todos los seres. Como todo depende de la voluntad de Dios, la Persona Suprema, nuestro único deber es rendirnos a Él y buscar su protección.
Las almas encarnadas que originalmente pertenecen al mundo espiritual son enviadas al mundo material porque se han vuelto envidiosas del Señor. Pero la verdad es que la razón principal por la que Dios expulsó a algunas almas de Su reino fue porque rechazaron el servicio de amor y devoción que debían ofrecerle, el deber eterno de todas las almas. Así, tuvieron que caer inmediatamente en la prisión de este mundo material y aceptar un cuerpo material. La degradación de todos los que viven en el cosmos material, en cualquier planeta, se debe a su insubordinación y al olvido de su relación con Dios. Todos somos, en verdad, siervos eternos de Dios. Nuestro deber es servirle con amor y devoción. Esta es la perfección de la existencia.
Todos somos, en verdad, siervos eternos de Dios.
En cuanto el ser espiritual encarnado toma conciencia de su verdadera condición, la de siervo de Dios, se libera de todo sufrimiento y penuria material. El comienzo de la verdadera existencia comienza y coincide con la entrega de la santa entidad espiritual de su ser a la Persona Suprema y Absoluta, Dios, en plena conciencia del hecho de que es cualitativamente Uno con el Absoluto, pero al mismo tiempo ocupa en relación con Él, eternamente, la posición de siervo de Dios.
En el nivel material, el ser individual, distinto de Dios, se cree falsamente dueño y señor de todo lo que le rodea, por lo que tiene que sufrir repetidos ataques de las tres formas de sufrimiento, el causado por nuestro cuerpo y mente, el causado por otras entidades vivas y el causado por los poderes naturales, contra los que permanecemos impotentes. Pero en cuanto toma conciencia de su verdadera condición, la de siervo ante el Absoluto, se libera de todo sufrimiento. Mientras un ser se esfuerce por dominar la naturaleza material, no tiene ninguna posibilidad de convertirse en siervo del Ser Supremo, ya que el servicio ofrecido al Señor debe ser