Sustentador de todos los seres vivos. Vivamos, pues, de la gracia de Dios, y tomemos sólo lo que nos corresponde, sin invadir la parte de los demás. De esta manera podemos vivir felices.
El Alma Suprema, también llamada Espíritu Santo, y los seres celestiales ven todas nuestras acciones.
El Supremo Eterno dice: «Conozco todo lo que ha ocurrido en el pasado y todo lo que ocurrirá en el futuro».
Krishna, Dios, la Persona Suprema, dice: «Porque soy Dios, la Persona Suprema, lo sé todo sobre el pasado, el presente y el futuro. Conozco a todos los seres, pero nadie Me conoce».
Nuestros pensamientos, palabras y actos producen efectos cuyas consecuencias buenas o malas tendremos que afrontar tarde o temprano. El karma bueno y el malo determinan nuestro futuro nacimiento. El mal karma se genera principalmente al entregarse a las siguientes cuatro actividades pecaminosas: la intoxicación, el consumo de carne animal, el sexo ilícito y el juego. Pero el mal karma no se limita a esto, el cabeza de familia para mantener a su familia o llenar su cuenta bancaria, en esta existencia material, suele estar dispuesto a realizar todo tipo de actos ilícitos (soborno, malversación, corrupción, pluriempleo, facturas falsas, estafa, robo, asesinato, etc…). Los que lo hacen piensan que si se cuelan en la red de las leyes humanas, «es un hecho». Pueden escapar de la justicia humana, pero la justicia de Dios es imposible.
Sin embargo, lo que no saben es que más allá de los seres humanos, según las escrituras védicas, las sagradas escrituras originales también llamadas «El Verdadero Evangelio» hay muchos testigos de nuestras acciones: los seres celestiales, el Alma Suprema en persona son todos testigos de las actividades del ser encarnado. Si el ser elige nacer en primer lugar, su condición es de impotencia; no tiene ningún control sobre su vida y todos sus actos están sujetos a las leyes del karma. Éstas rigen a todos los seres del mundo material y son, sobre todo en la Edad de Hierro, la edad actual, la edad de la decadencia, donde los seres humanos rompen regularmente los principios de la religión y las clases sociales estrictas, rigurosas e implacables. Influidos por la versión sentimental y popular, algunos consideran que hablar de una situación de impotencia es demasiado excesivo y exagerado. Pero este no es el caso. El ser vivo, desde el momento en que nace, es como un marinero, y a menudo un náufrago, enfrentado al océano. No tiene ningún control real sobre su situación en el océano. Su situación es, por tanto, de impotencia.
Aplicado al karma y a la reencarnación, ¿quién puede decir qué tipo de cuerpo, qué destino, qué circunstancias afrontará en su próximo nacimiento?