Palabras De Krishna, Cristo, Dios, la Persona Suprema
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Las naturalezas divina y demoníaca

El Señor Supremo dice:

Ausencia de temor, purificación de la existencia, desarrollo del conocimiento espiritual, caridad, autocontrol, realización de sacrificios, estudio de los Vedas, austeridad y sencillez, no violencia, veracidad, ausencia de ira, renuncia, serenidad, aversión a la crítica, compasión, ausencia de codicia, mansedumbre, modestia y firme determinación, vigor, perdón, fortaleza, pureza, ausencia de envidia y sed de honores, éstas son las cualidades espirituales de los hombres de virtud, los hombres nacidos de la naturaleza divina.

La arrogancia, el orgullo, la justicia propia, la dureza, la ignorancia, éstas son las características sobresalientes de los hombres nacidos de la naturaleza demoníaca.

Las cualidades divinas sirven a la liberación del ser, los atributos demoníacos presionan para esclavizarlo. Pero no temas, pues con las cualidades divinas has nacido.

En este mundo hay dos órdenes de seres creados, uno divino y otro demoníaco. Ya te he hablado extensamente de los atributos divinos. Ahora escucha de Mis labios los atributos demoníacos.

Los seres demoníacos no saben lo que deben o no deben hacer. En ellos no hay pureza, ni recta conducta, ni veracidad.

Afirman que este mundo es irreal y sin fundamento, que ningún Dios lo gobierna, que es el resultado del deseo sexual y que no tiene otra causa que la concupiscencia.

Basándose en tales conclusiones, los endemoniados, equivocados y carentes de inteligencia, se entregan a obras dañinas e infames que pretenden destruir el mundo.

Los seres demoníacos, que se refugian en el engreimiento, el orgullo y la concupiscencia insaciable, son presa de la ilusión. Fascinados por lo efímero, dedican su vida a actos malsanos.

Disfrutar de los sentidos hasta el último momento es, según ellos, el mayor imperativo para el hombre. Y así su angustia no conoce fin. Encadenados por cientos, por miles de deseos, por la concupiscencia y la ira, amontonan riquezas de forma ilícita, para satisfacer el apetito de sus sentidos.

Tal es el pensamiento del hombre malvado: «Tanta riqueza es mía hoy, y por mis planes vendrá más. Tanta tengo hoy, y mañana más y más. Este hombre era de mis enemigos, y lo maté, a su vez mataré a los demás. De todo soy el amo y señor, de todo el beneficiario. Soy perfecto, soy poderoso, soy feliz, soy el más rico, y rodeado de altas conexiones. Nadie alcanza mi poder y felicidad. Haré sacrificios, haré caridad y así me regocijaré».

Así le engaña la ignorancia.

Confundido por múltiples ansiedades y atrapado en una red de ilusiones, se apega demasiado al placer de los sentidos y se hunde en el infierno.

Vanidoso de sí mismo, siempre arrogante, extraviado por la riqueza y la fatuidad, a veces hace sacrificios, pero fuera de todo principio y regla, éstos sólo pueden ser de nombre.

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