Todo esto lo ve con claridad el espiritualista firmemente establecido en la realización espiritual. Pero los demás, desprovistos de realización espiritual, no pueden, por mucho que lo intenten, captar la verdad.

El Esplendor del sol, que disipa las tinieblas de toda la galaxia, sabedlo, procede de Mi Persona. Y también el de la luna, y también el del fuego.

Yo entro en cada uno de los planetas, y a través de Mi energía, los mantengo en su órbita. Me convierto en la luna, y así doy el jugo de la vida a todas las plantas.

Soy, en todo cuerpo animado, el fuego de la digestión, y también el soplo vital, inspirado y exhalado. Así hago la asimilación de las cuatro clases de alimentos.

Estoy en el corazón de cada ser, y de Mí provienen el recuerdo, el conocimiento y el olvido. La meta de todo. El propósito de los Vedas (las escrituras sagradas originales) es conocerme a Mí; en verdad, soy Yo quien compuso el Vedanta (libro sagrado), y Yo soy Aquel que conoce los Vedas.

Hay dos órdenes de seres: los falibles y los infalibles. En el universo material, todos son falibles; pero en el mundo espiritual, se dice que todos son infalibles.

Pero aparte de éstos está el más grande de los seres, el Señor mismo, que entra en los mundos y los sostiene.

Puesto que soy absoluto, más allá de lo falible y lo infalible, puesto que soy el más grande de todos, el mundo y los Vedas Me celebran como esa Persona Suprema.

Aquel que, libre de dudas, Me conoce de este modo, como Dios, la Persona Suprema, él, sabiendo esto, su conocimiento lo abarca todo. Por lo tanto, con todo su ser Me sirve con amor y devoción.

Lo que ahora te estoy revelando es la parte más secreta de las escrituras védicas (los Vedas, las sagradas escrituras originales). Aquel que capte su contenido conocerá la sabiduría, y sus esfuerzos le conducirán a la perfección.