Aquel que siempre se acuerda de Mí, el Señor Supremo, y medita en Mí, sin desviarse del camino, indudablemente llega a Mí. Uno debe meditar en el Señor Supremo como el Ser Omnisciente, el más antiguo, el Maestro y Sustentador de todo, quien, aún más tenue que el más tenue, es inconcebible, más allá de la inteligencia material, y siempre permanece como una persona. Resplandeciente como el sol, Él trasciende este mundo de tinieblas.
Aquel que, en el momento de la muerte, fije su aire vital en el entrecejo y, con la más profunda devoción, se absorba en el recuerdo del Señor Supremo, irá hacia Él.
Los grandes sabios de la renuncia, versados en los Vedas (las sagradas escrituras originales), y que pronuncian el omkara (la vibración sonora espiritual), penetran en el Ser Espiritual Supremo.
Ahora te instruiré en este camino de salvación, que requiere continencia. Pues, el yoga (yoga = la práctica de la unión y comunión con Dios) consiste en desprenderse de toda actividad de los sentidos. Es cerrando las puertas de los sentidos, manteniendo la mente fija en el corazón y manteniendo el aire vital en lo alto de la cabeza como uno se establece.
Así establecido en el yoga, y pronunciando la sílaba sagrada om, la suprema alianza de las letras, aquel que, en el momento de abandonar el cuerpo, piensa en Mí, Dios, la Persona Suprema, alcanzará sin duda los planetas espirituales.
Porque constantemente absorto en el servicio devocional, aquel que siempre Me recuerda, sin desviarse, Me alcanza sin dificultad. Cuando Me han alcanzado, los espiritualistas imbuidos de devoción, esas almas nobles, habiendo ascendido así a la perfección más elevada, nunca más regresan a este mundo transitorio, donde reina el sufrimiento.
Todos los planetas del universo, desde el más evolucionado hasta el más bajo, son lugares de sufrimiento, donde se suceden el nacimiento y la muerte. Pero para el alma que alcanza Mi Reino, ya no hay renacimiento.
Un día de Brahma (el primer ser creado, y demiurgo de nuestra galaxia) vale mil de las edades conocidas por los hombres, y tanto su noche.
Con el día de Brahma nacen todas las variedades de seres, y cuando llega su noche, todos son aniquilados.
Sin cesar, día tras día, el día renace, y cada vez, miríadas de seres vuelven a la existencia. Sin cesar, noche tras noche, cae la noche, y con ella, los seres, en la aniquilación, sin que puedan hacer nada al respecto. Existe, sin embargo, otro mundo, eterno, más allá de los dos estados, manifiesto y no manifiesto, de la materia. Este es el mundo supremo, que nunca perece. Cuando todo en el universo material se disuelve, permanece intacto.