El ser encarnado, dueño de la ciudad del cuerpo, nunca es el originador de ningún acto, ni crea los frutos de los actos ni engendra la acción en los demás; todo es obra de las tres gunas (los tres atributos y modos de influencia de la naturaleza material: virtud, pasión e ignorancia). El Ser Supremo nunca puede ser considerado responsable de los actos, virtuosos o culpables, de nadie. Pero el ser encarnado no está menos equivocado, porque la ignorancia vela su conocimiento interior.
Sin embargo, cuando ese conocimiento que disipa la oscuridad de la ignorancia despierta en el ser, entonces todo le es revelado, como por un sol naciente.
Aquel cuya inteligencia y mente, cuyo refugio y fe residen en el Absoluto (en Dios, Krishna), ve el conocimiento puro que le libera de todas las dudas. Entonces avanza con paso firme por el camino de la liberación. El sabio humilde, iluminado por el conocimiento puro, ve con igual ojo al sabio noble y erudito, a la vaca, al elefante, o al perro y al que come perros.
Aquel cuya mente permanece siempre constante ya ha conquistado el nacimiento y la muerte. Él ya ha establecido su morada en el Ser Supremo sin falta.
Aquel que ni se regocija en las alegrías ni se aflige en las penas, cuya mente está fija en el alma, que no conoce el error y posee el conocimiento de Dios, ya ha trascendido la materia. El ser liberado no está sujeto a la atracción de los placeres materiales del mundo exterior, pues conoce el éxtasis interior. Dedicándose al Ser Supremo, disfruta de una dicha sin límites.
El hombre inteligente nunca se entrega a los placeres de los sentidos; no se entrega a ellos, porque tienen un principio y un fin y sólo traen sufrimiento.
Aquel que, antes de abandonar su cuerpo, aprende a resistir los impulsos de los sentidos, a refrenar los impulsos nacidos de la concupiscencia y la ira, es un verdadero espiritualista, feliz incluso en este mundo.
Aquel cuyas acciones, felicidad y luz son puramente interiores, es el espiritualista perfecto. Un alma liberada y realizada, alcanzará el Absoluto (Dios, Krishna). Aquel que está más allá de la duda y la dualidad, que está libre de pecado, que trabaja por el bien de todos los seres y cuyos pensamientos se vuelven hacia el interior, realiza el Absoluto y alcanza la liberación.
Pues la liberación suprema está cerca para aquellos que, libres de ira y deseos materiales, han realizado su identidad espiritual y, siendo autocontrolados, se esfuerzan siempre por alcanzar la perfección. Cerrado a los objetos de los sentidos, fijando su mirada en el entrecejo e inmovilizando en sus fosas nasales los aires ascendentes y descendentes, dominando así los sentidos, la mente y la inteligencia, el espiritualista se libera del deseo de la ira y del miedo. El que permanece en este estado está liberado.
Porque Me conoce como la Meta última de todos los sacrificios, de todas las austeridades, el Soberano de todas las estrellas y seres celestiales, el Amigo y Benefactor de todos los seres, el sabio encuentra la cesación del sufrimiento material.