La ciencia de Dios, o ciencia de la salvación
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Está estrictamente prohibido matar a un sabio, una vaca, una mujer, un niño o un anciano.

En los gloriosos días anteriores a la actual era de discordia, lucha, hipocresía, indiferencia y pecado, los sabios eruditos, las vacas, las mujeres, los niños y los ancianos estaban debidamente protegidos, y toda la sociedad se beneficiaba enormemente.

La protección de los sabios eruditos asegura el mantenimiento de la organización de la nación, la institución por excelencia, ya que ofrece el método experimentalmente más seguro de elevar a todos los miembros de la sociedad al plano de la vida espiritual, a la perfección de la existencia.

La protección de la vaca asegura la abundancia del más milagroso de todos los alimentos, la leche, que refina los tejidos sutiles del cerebro y permite así conocer los valores superiores de la existencia.

La protección de la mujer preserva su castidad y con ello la pureza moral de toda la sociedad. Así pueden concebirse hombres de naturaleza ejemplar, capaces de mantener a la sociedad en un estado de paz, tranquilidad y progreso.

La protección del niño permite a todo ser que ha obtenido forma humana la mejor oportunidad de emprender el camino que lo liberará de las cadenas de la materia. El niño debe ser protegido desde el momento de la concepción, mediante la realización de un rito purificatorio, que marca el comienzo de una existencia pura.

Proteger a las personas mayores les brinda la oportunidad de prepararse para una vida mejor después de la muerte.

Este sistema de protección, que abarca a toda la sociedad, se basa en los rasgos que distinguen una civilización de hombres consumados de una civilización de hombres-animales, incluso refinados. Está estrictamente prohibido matar a un erudito sabio, una vaca, una mujer, un niño o un anciano. Además, la menor ofensa contra ellos tiene por efecto acortar la existencia de quien la comete.

En la época actual estos principios apenas se observan, de ahí los grandes sufrimientos que padecen los seres humanos. Desde el momento en que la mujer, por no haber sido protegida, se corrompe, nace una descendencia indeseable. En cambio, quien ofende a una mujer casta verá caer sobre él la desgracia, en forma de reducción de la duración de su vida.

Estos son algunos ejemplos de las leyes intransigentes del Señor.

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