El ser humano puede escapar de la justicia de los hombres, pero la de Dios es simplemente imposible.
La justicia divina a través del karma, la ley de acción-reacción o la ley de causa y efecto, que es una de sus formidables palancas, tarde o temprano cumple su trabajo.
Así es como los criminales mentirosos, por muy poderosos que sean, aunque multipliquen sus artimañas para mantenerse en el poder, o para conseguir que se aprueben sus ineptas e inicuas leyes, no pueden escapar a la justicia divina.
Lo mismo ocurre con el justo, el honesto, el recto, al que los poderosos amordazan o encarcelan para evitar que revele verdades inconvenientes. La justicia divina entrará en juego y hará justicia a los justos.
Las verdades ocultas serán reveladas a los muchos.
Tranquiliza a la multitud y a las familias de las víctimas de acciones criminales, diles que si no se ha hecho justicia a su ser querido por la justicia de los hombres, la justicia divina se encargará de ello, que tengan confianza.