La actitud ideal, el comportamiento correcto.
Cuando la persona virtuosa dice: Creo en el Dios del amor y en su omnipotencia, Él curará mis heridas, me protegerá de los malvados, me apoyará para que no caiga, me guiará si me pierdo, borrará mis pecados, me aconsejará para que camine sin falta por el camino correcto, el camino del bien, y me librará de este mundo de perdición y sufrimiento, eso es bueno.
Pero escucharle, obedecerle, hacer lo que Él dice, aplicar sus leyes, sus mandamientos, sus directrices, y con las armas de su conocimiento, renovar el vínculo que hemos roto con Él, saber qué hacer, cómo comportarnos, para permanecer en el camino de la acción por Él y por nuestra salvación, amar a todos los seres vivos, humanos, animales y vegetales, y no hacer daño a ninguno de ellos, eso es mucho mejor.
Los hombres aún no saben quién es Dios, cómo es realmente, ni el alcance de su poder. Si Dios abre, ¿quién puede cerrar, y si cierra, quién puede abrir?
Todavía no saben que Dios, a través de sus diversas energías que penetran en todos los elementos de la materia del universo material, lo controla todo. Nada puede hacerse, ocurrir, tener lugar, sin Su decisión previa. Todo está sujeto a su sanción, a su consentimiento.
Entregarse a Él y servirle con amor y devoción es la perfección de la existencia.