Con respecto a la vida eterna, el Señor dice: «Respondo a la adoración del creyente piadoso según el sentimiento trascendental particular que lo anima. Tal es mi naturaleza. El servicio devocional que Me ofrecen los seres vivos revive la vida eterna en ellos.»

Las verdaderas relaciones que los seres humanos tienen que intercambiar entre sí son las que tienen lugar a nivel del alma y se basan en los vínculos que los unen al Alma Divina, Dios, porque las relaciones de alma a alma se establecen a partir del vínculo que une a cada persona con el Alma Suprema. Estas relaciones basadas en el alma conducen a la liberación espiritual, ya que tienen a Dios mismo como vínculo fuerte.

Sólo el ser humano con inteligencia limitada ignora que la libertad no existe en este mundo material, pues está sujeto a las leyes divinas.

Que sus pensamientos, palabras y acciones son controlados por Dios y sus ayudantes celestiales, y que será responsable ante la justicia divina.

Que su comportamiento determina cuál será su próxima existencia y el cuerpo concreto que le corresponderá.

Que sus pensamientos, palabras y acciones tienen efectos y, por tanto, consecuencias buenas y malas.

Que si no escucha a Dios y no hace lo que el Señor dice, quedará inexorablemente atrapado en la materia, aprisionado en el cuerpo material y condicionado en tres estados; despierto, dormido y totalmente inconsciente, convirtiéndose en un esclavo de ella, y sujeto a la oscuridad de la ignorancia. No volverá a ver a Dios.

Entregarse a Dios y servirle con amor y devoción es la perfección de la existencia y la vida eterna.