Estas personas no discriminan, dan la misma importancia y amor a los seres humanos, los animales y las plantas. Cuidan de todos los seres vivos, independientemente de la especie a la que pertenezcan.
El que ama a Dios también ama todas las cosas, todos los seres, dondequiera que estén en el mundo espiritual o en el universo material, y su amor se extiende a todos, a todos los planetas enteros, a todas las galaxias y a todo el cosmos material.
Acercarse y conocer a Dios como realmente es, amarlo y servirlo con amor y devoción, es la más alta perfección de la existencia.
Dios es amor, y el amor es el principio original de la vida. Él es el verdadero objeto de nuestro amor, y debemos aprender a despertar nuestros sentimientos originales hacia Él, para poder recuperar la dicha eterna de nuestra naturaleza espiritual.
Al amar profundamente a Dios, nuestra sed de amor se expande y podemos amar simultáneamente a todos los seres y a todas las cosas. Amar a Dios es penetrar y conocer el amor más puro y absoluto, y ser a su vez sus portadores.
La verdadera libertad se consigue actuando sólo para Dios y entregándose totalmente a Él, de lo contrario nos encadenamos a la materia y permanecemos en este mundo de sufrimiento.
Sólo a través de la educación espiritual, el conocimiento perfecto de Dios y la adquisición del conocimiento divino, podemos alcanzar la verdad absoluta, y comprender que no estamos en la tierra sólo para comer, dormir, defendernos y aparearnos, sino para conocer a Dios como realmente es.
Debemos usar nuestra conciencia para volvernos a Dios, para amarlo profundamente, para obedecerlo, para hacer sólo su voluntad, para unir nuestros deseos e intereses con los suyos, y para servirlo con amor y devoción, y así entrar en la vida eterna.
La lucha de los hombres por sus necesidades materialistas no es normal. Es sinónimo de ignorancia, encierro, perdición, sufrimiento y muerte.