determinado planeta o en una determinada galaxia, no significa que haya llegado a su fin, sino simplemente que ha dejado de tener lugar ante nuestros ojos.
Cuando el Señor Krishna desciende de su reino, viene con todo su séquito. El Señor y sus compañeros eternos aparecen en la Tierra para ayudar a los seres celestiales encargados de administrar la galaxia, y tienen la tarea de eliminar del mundo todos los elementos perturbadores, que son una carga para Él. Por lo tanto, llamó a algunos de los seres celestiales más importantes para que aparecieran en la dinastía Yadu y le ayudaran en su gran misión. Una vez logrado esto, estos mismos seres celestiales, por voluntad del Señor, abandonaron sus envolturas carnales en una lucha fratricida desencadenada por la intoxicación. A partir de entonces, pudieron, gracias al favor del Señor Ká¹›iá¹£hṇa, recuperar sus formas originales.
El Señor Supremo, Dios, no es impersonal ni sin forma, como creen los judíos, los cristianos y los musulmanes. Sin embargo, su cuerpo no es diferente de Él, y por eso se dice que encarna la eternidad, el conocimiento y la dicha. El Señor es totalmente espiritual y, por tanto, inmortal, precisamente porque no tiene un cuerpo material. Dicho esto, es fácil comprender que el hecho de que el Señor «muera», que deje su cuerpo, es sólo un juego, una ilusión, como un mago. Mediante estos trucos, el prestidigitador hace que parezca que está cortado en pedazos, que está reducido a cenizas o que está inconsciente bajo la influencia de algún poder hipnótico. Pero son sólo ilusiones, pues el mago no sufre la más mínima quemadura o lesión, ni pierde el conocimiento en ningún momento de su actuación. Del mismo modo, el Señor tiene un número ilimitado de formas eternas, como el Avatar-Poisson que mostró en este mundo en el momento del diluvio. Y siendo las galaxias en sí mismas innumerables, en algún lugar de una de ellas este Avatar-Poisson sigue desplegando sus entretenimientos: nunca deja de ser su forma. Él posee eternamente esa forma, y la hace aparecer o desaparecer, como todas sus otras formas, o Avatares, para servir a propósitos particulares. A los que no saben que Krishna, Dios, la Persona Suprema, tiene un cuerpo cuya forma personal, real, original y absoluta es la humana, de la que emana un resplandor que es el origen de Su aspecto impersonal, el Supremo Eterno dice:
«Los impersonalistas creen que Yo no tengo forma, y afirman que he tomado prestada Mi forma actual, la que manifiesto hoy, con el único fin de servir a algún propósito. Pero estos especuladores carecen de verdadera inteligencia. Por muy instruidos que estén en los textos védicos, no saben nada de Mis inconcebibles energías y de las formas eternas de Mi Persona. La razón es que Me reservo el derecho de no mostrarme a los incrédulos, gracias a Mi poder interno, que Me vela de sus ojos. Los necios y los insensatos no conocen mi forma eterna, nonata e imperecedera».
El cuerpo del Señor no es material. Por lo tanto, no puede morir ni sufrir ninguna alteración en su naturaleza espiritual y absoluta. Cuando dejó el planeta, Ká¹›iá¹£hṇa