Cuando la conciencia tranquila, reforzada por la virtud, se fija en la Persona Suprema, se alcanza la espiritualidad, el conocimiento, el desprendimiento y la opulencia. Cuando la conciencia se fija en el cuerpo material, la casa y otros objetos similares de gratificación sensorial, uno se pasa la vida persiguiendo objetos materiales con la ayuda de los sentidos. La conciencia, así poderosamente afectada por la pasión, se dedica a las cosas impermanentes, y de esta manera surgen la irreligión, la ignorancia, el apego y la miseria.
Los verdaderos principios regulativos son aquellos que conducen a Mi servicio devocional. El verdadero conocimiento es la conciencia que revela Mi presencia omnipresente. El desapego es un desinterés total en los objetos materiales de la gratificación de los sentidos, y la opulencia representa las ocho perfecciones místicas.
La no violencia, la veracidad, no codiciar ni robar la propiedad ajena, el desapego, la humildad, la falta de posesión, la confianza en los principios religiosos, el celibato, el silencio, la estabilidad, el perdón y la valentía son los doce principios disciplinarios principales.
La limpieza interior, la limpieza exterior, el canto de los santos nombres del Señor, la austeridad, el sacrificio, la fe, la hospitalidad, el culto a Mi Persona, la visita a los lugares santos, actuando y deseando sólo el interés supremo (de Dios), la satisfacción y el servicio de el maestro espiritual, son los doce elementos de las tareas prescritas. Estos veinticuatro elementos otorgan todas las bendiciones deseadas a quienes los cultivan con dedicación.
La absorción de la propia inteligencia en Mí constituye el equilibrio mental, y la completa disciplina de los sentidos es el autodominio. Tolerancia significa soportar pacientemente la desgracia, y constancia cuando se conquista la lengua y los genitales. La mayor caridad es renunciar a toda agresión hacia los demás, y la renuncia a la lujuria se considera verdadera austeridad. El verdadero heroísmo consiste en superar la tendencia natural de uno a disfrutar de la vida material, y la realidad es ver a la Persona Suprema en todas partes. La autenticidad significa decir la verdad de una manera agradable, como han declarado los grandes sabios. La limpieza es un desapego en actividades fructíferas, mientras que la renuncia es la forma de vida del ermitaño. La verdadera riqueza deseable para los seres humanos es la religiosidad, y Yo, la Persona Suprema, soy un sacrificio. La recompensa espiritual es la devoción al maestro espiritual perfecto y genuino con el fin de obtener instrucción espiritual, y la mayor fortaleza es el sistema de control de la respiración.