Dios nos ha ordenado: No harás daño a nadie, no harás violencia a ningún ser, no matarás.
En verdad, no hay justificación para quitarle la vida a nadie.
El ser humano debe saber que en cada ser vivo, celestial, humano, animal y vegetal, por insignificante que sea, se trataría de una hormiga o de un microbio, Dios está presente a su lado, por lo que hay que mostrarse benévolo hacia todos y no hacer violencia a ninguno de ellos. En la sociedad actual, llamada civilizada, algunos religiosos permiten y fomentan la existencia de un gran número de mataderos y estanques piscícolas y acuícolas, donde se sacrifica un gran número de seres vivos, animales diversos, terrestres y acuáticos.
Pero si el ser humano no tiene ningún conocimiento de Dios en cada ser vivo, todo pretendido progreso de la civilización humana, ya sea en el plano espiritual o material, no puede menos de indicar ignorancia y ceguera.
¿Por qué sorprenderse del caos que reina en este mundo y del surgimiento del ateísmo?
Ordenando: «No matarás», Dios ordena no quitar la vida a ningún ser vivo, humano, animal como vegetal. Es muy fácil de entender, así que amemos a los demás con amor incondicional y amemos a todos los animales y plantas por igual.
Es deber del alma espiritual encarnada en un cuerpo humano no olvidar que debe cuidarse de no matar a nadie, ni siquiera a las hormigas. Dios ha ordenado a los seres humanos que velen por los animales y las plantas y que los protejan. En efecto, un ser humano, y más aún un santo siervo de Dios, nunca debe ser malévolo o innecesariamente violento. Muchas hormigas se cruzan en el camino, pero el ser humano debe vigilar sus pasos mirando siempre un metro al frente, y cuando ya no haya más hormigas en su camino, puede entonces poner su segundo pie en el suelo.. El corazón de un ser santo siempre rebosa de bondad hacia todos los seres vivos, celestiales, humanos, animales y vegetales.
Las leyes divinas prevalecen sobre las leyes humanas. En todo el cosmos material, las leyes de Dios tienen autoridad. Asimismo, cualesquiera que sean los pensamientos, palabras y acciones que emita un ser humano, bajo la ley de causa y efecto, causarán efectos positivos o negativos cuyas consecuencias deberá sufrir en su vida futura, y el cuerpo que lo hará. recibir dependerá de su temperamento, su carácter, su creencia en Dios o no, su estado mental y su karma. Cada uno de nosotros es, en verdad, un alma espiritual encarnada en un cuerpo humano, y otras almas han encarnado por diversas razones, en un cuerpo animal o incluso vegetal.
Somos «un alma» y no el cuerpo de materia. Por eso Dios ordenó: «No matarás».