Krishna viene a la tierra a intervalos regulares, para proteger a sus devotos, aniquilar a los infieles demoníacos y restaurar la espiritualidad. Durante su estancia en Vrindavana, región de la India y réplica del reino de Dios, Él desarrolló entretenimientos sublimes, y aprovechó la oportunidad para difundir su sublime enseñanza. Krisna descendió de su reino con su séquito celestial, entre ellos su primera emanación plenaria, Balarama, que allí desempeña el papel de hermano mayor.
Caminando por el bosque de Vrindavana y dirigiéndose a su hermano mayor Balarama, Krishna dijo: «Querido hermano, de todos nosotros tú eres el primero, y tus pies semejantes a lotos son objeto de adoración de los seres celestiales. Mira estos árboles, ricos en frutos, que se han inclinado para adorar tus pies de loto. Parece como si se esforzaran por atravesar la oscuridad que les obliga a tomar forma de árbol. En verdad, los árboles que crecen en la tierra de Vrindavana no son seres ordinarios. Debido a que en su vida anterior apoyaron la doctrina impersonalista, ahora tienen que someterse a esta condición fija. Pero ahora tienen la oportunidad de verte en Vrindavana, y rezan para avanzar más en el camino de la vida espiritual a través del contacto con tu Persona. Los árboles se cuentan generalmente entre los seres que están bañados en la oscuridad de la ignorancia. Los filósofos impersonalistas también viven en esta oscuridad, pero ahora aquellos de ellos que en esta bendita tierra han asumido la forma de un árbol la están disipando, aprovechando plenamente tu presencia. Aunque son árboles y animales, estos habitantes de Vrindavana proclaman tus glorias. Tienen preparada su mejor bienvenida para ti, como suelen hacer las grandes almas que reciben a otras grandes almas. En cuanto a la tierra, qué piadosa y afortunada debe ser al tener tus pies como un lote que marca su cuerpo.»
La doctrina impersonalista debe ser absolutamente rechazada, porque lleva al alma encarnada a la perdición y al sufrimiento perpetuo.
Todos aquellos, hombres y estados, que han abolido la pena de muerte, han cometido una falta grave e imperdonable.
La justicia kármica y la pena de muerte.
La justicia kármica tiene en cuenta el hecho de que el hombre sobrevive a la muerte y se reencarna vida tras vida. En esta perspectiva, es esencial que el culpable de un asesinato pueda expiar este grave acto con el sacrificio de su propia vida.
En el Manu-samhita, libro de leyes de los Vedas, las sagradas escrituras originales, escrito por Manu, el padre de la humanidad, que contiene todas las leyes necesarias para el funcionamiento armonioso de la sociedad humana, podemos leer que un hombre que cometió un asesinato debe ser ahorcado, y que su propia vida debe ser sacrificada en expiación.
Antiguamente este sistema estaba vigente en todo el mundo, pero con el advenimiento del ateísmo, los hombres volviéndose ignorantes, llevaron a los pueblos y estados a abolir la pena capital o pena de muerte. Esto no es para mostrar inteligencia y sabiduría.
La verdad es que la mala acción de un asesino pesa mucho sobre su existencia y su futuro, y por eso, según el Manu-samhita, hay que matarlo. Al dar muerte a un asesino, el gobierno y el poder judicial muestran misericordia hacia él, ya que si el asesino no es asesinado en su vida presente, tendrá que ser asesinado en sus vidas futuras, y así sufrirá varias veces en lugar de una.
Como la gente no sabe que existe una vida futura, que la reencarnación es una realidad, ni conoce el intrincado funcionamiento de la naturaleza, inventa sus propias leyes y rechaza las leyes divinas, que rigen la naturaleza y su existencia.
El que comete un asesinato y lo oculta, pensando que puede salir impune, es un necio, pues no sabe que si bien puede ocultar las cosas a los hombres, a Dios es imposible, pues Él ya lo sabe todo. La ley kármica se aplicará, y en su vida futura será asesinado y conocerá los sufrimientos que resultan de ello. Esto sucederá varias veces en lugar de una sola vez. Es a través del sufrimiento que uno borra sus faltas, así que no pequemos más y no dañemos a nadie, sea humano, animal o vegetal.