Una tela sedosa del amarillo brillante de los filamentos de loto ciñe sus lomos. En el pecho lleva el Srivatsa, un mechón de pelo blanco, y en el cuello cuelga la resplandeciente joya Kaustubha. También lleva al cuello una guirnalda de hermosas flores silvestres, alrededor de la cual zumba un enjambre de abejas con su dulce fragancia. También lleva un hermoso collar de perlas, una corona y pares de brazaletes, pulseras y tobilleras.
Un cinturón rodea Sus lomos y caderas, y Él se encuentra en el loto del corazón de Su devoto. Su aspecto es de lo más encantador, y su comportamiento sereno deleita los ojos y las almas de los seres santos que lo contemplan.
El Señor es eternamente bello y digno de la adoración de los habitantes de todos los planetas. Su juventud es eterna y siempre está dispuesto a derramar sus bendiciones sobre sus devotos.
Las glorias del Señor son siempre dignas de ser cantadas, pues realzan las de sus devotos. Por lo tanto, se debe meditar en el Señor Soberano así como en Sus devotos; se debe meditar en Su forma eterna hasta que la mente se estabilice.
Así, constantemente absorto en el servicio devocional, el espiritista ve al Señor de pie, reclinado, sentado frente a él o moviéndose de un lado a otro, pues Sus entretenimientos siempre resultan maravillosos y atractivos.
Al fijar su mente en la forma eterna del Señor, el espiritista no debe contemplar la totalidad de su cuerpo, sino centrar sus pensamientos en cada una de las distintas partes de su forma. El ser santo debe concentrar primero su mente en los pies del Señor, parecidos a los loteus, marcados con los signos del rayo, el bastón del mahout, el estandarte y la flor de loto. El esplendor de sus uñas como maravillosos rubíes recuerda la línea curva de la luna y disipa la densa oscuridad del corazón.
Ya bendecido, Siva lo es aún más porque lleva sobre su cabeza las aguas sagradas del Ganges, que tiene su fuente en el agua que ha bañado los pies loteados del Señor. Ahora bien, estos pies actúan como un rayo que destroza con sus repetidos golpes la montaña de pecados acumulados en la mente del santo que medita. Por lo tanto, uno debe meditar durante mucho tiempo en los pies del Señor como el loto.
El espiritualista también debe fijar en su corazón las actividades de Laksmi, la diosa de la fortuna, que es adorada por todos los seres celestiales y es la madre de Brahma, el ser supremo de este mundo. Siempre se la puede ver masajeando las piernas y los muslos del Señor Absoluto, sirviéndole así con esmero.
El espiritista debe entonces absorber su mente en la meditación en los muslos del Señor Soberano, que representan la fuente de toda energía. Son de un azul brillante, comparable al brillo de la flor de lino, y parecen aún más gráciles cuando el Señor está montado en Garuda (el gigantesco pájaro sobre cuyo lomo se mueve Visnu). A la espiritista también le gusta contemplar sus redondeadas caderas, ceñidas por un cinturón que descansa sobre la exquisita tela de seda amarilla que le llega hasta los tobillos.