Palabras de Dios
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Hay que practicar la no violencia y la veracidad, no robar y poseer sólo lo necesario para la propia subsistencia. También hay que abstenerse de la actividad sexual, practicar la austeridad y la pureza, estudiar los Vedas (las escrituras sagradas originales) y adorar la forma suprema de Dios, la Persona Soberana.

Es necesario observar el silencio, adquirir la constancia a través de la práctica de las diversas posturas yóguicas, dominar la circulación del aire vital, separar los sentidos de sus objetos, y luego concentrar la mente en el corazón.

La meditación de la mente es el acto de fijar el aliento vital así como el pensamiento en uno de los seis círculos por donde circula el aliento vital dentro del cuerpo, y así concentrar la mente en los entretenimientos trascendentes del Señor Soberano.

A través de estas prácticas, o por cualquier otro camino reconocido, uno debe lograr dominar la mente desenfrenada, que está contaminada por la materia y siempre cede a la atracción del placer material, y así establecerse en el pensamiento del Señor Soberano.

Después de dominar la mente y las posturas sentadas, hay que disponer un asiento en un lugar apartado y santificado, sentarse allí en una postura fácil, mantener el cuerpo erguido y practicar el control de la respiración.

El espiritista debe liberar el paso del aliento vital respirando de la siguiente manera: primero debe inhalar muy profundamente, luego contener la respiración y finalmente exhalar. O, invirtiendo el proceso, puede primero exhalar, luego mantener el aire fuera y finalmente inhalar. El propósito de esta práctica es conseguir la estabilidad de la mente y liberarla de todas las perturbaciones externas.

Los espiritistas que practican estos ejercicios de respiración se liberan pronto de las perturbaciones mentales, al igual que el oro se libera de las impurezas cuando se sumerge en el fuego y se aviva.

A través de la práctica del control de la respiración, uno puede eliminar la contaminación de su condición fisiológica, y a través de la concentración de la mente, uno puede liberarse de todos los actos pecaminosos. Mediante la disciplina de los sentidos, uno puede escapar del contacto de la materia, y mediante la meditación en Dios, la Persona Soberana, uno puede liberarse de las garras de los tres atributos o formas de influencias de la naturaleza material; la virtud, la pasión y la ignorancia, la fuente del apego material. Cuando la mente está así purificada por esta práctica de yoga, uno debe entonces concentrarse en la punta de la nariz, con los ojos medio cerrados, y contemplar la forma del Señor Soberano.

El Señor Soberano muestra un rostro sonriente, parecido al del loto, con ojos de tonalidad rojiza como el interior de un loto, y una complexión oscura (azul-negra) como los pétalos del loto azul. En tres de sus manos lleva una caracola, un disco y una maza.

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