Quien desea volver a Dios, a su morada original, no puede encontrar placer en la prosperidad material ilusoria. El absurdo deseo de disfrutar de esta efímera felicidad material anima a quienes no conocen la dicha espiritual y absoluta que se saborea en contacto con el Señor. Según el Señor, el ser santo que desea de todo corazón ver al Señor, pero sigue queriendo disfrutar de este mundo, no es más que un tonto. Aquel que quiere permanecer aquí en la tierra para disfrutar de los placeres del mundo material se preocupará poco por el reino eterno de Dios. Sin embargo, el Señor otorgará sus bendiciones a un ser tan virtuoso y de poca inteligencia quitándole todo lo que posee en este mundo, y si nuestro necio intenta recuperar sus ventajas materiales, el Señor misericordioso se las volverá a quitar. Estos repetidos fracasos acabarán por hacerle perder la popularidad entre sus amigos y familiares, pues es cierto que en el mundo material, los parientes y amigos honran a los que han tenido un éxito brillante en la obtención de una fortuna, no importa cómo. Por la misericordia del Señor, el santo virtuoso que muestra falta de inteligencia será, por lo tanto, conducido al ascetismo forzado y finalmente experimentará la felicidad perfecta en el servicio del Señor. Tanto si uno se somete a ella voluntariamente como si es obligado por el Señor, la austeridad en el servicio devocional es necesaria para alcanzar la perfección, y ese ascetismo se identifica con el poder interior del Señor.
Sin embargo, nadie puede practicar el ascetismo del servicio devocional a menos que esté completamente purificado de todo pecado. En efecto, sólo quien se ha liberado de las consecuencias de todos sus actos pecaminosos es capaz de dedicarse a la adoración del Señor. En última instancia, sólo la unión de ascetismo y amor puede satisfacer al Señor, que entonces concede toda su misericordia. Bajo su guía, la persona purificada de todo pecado alcanza la más alta perfección de la existencia.
En la práctica de la austeridad, hay que tener la firme determinación de volver a Dios, y estar dispuesto a superar todo tipo de obstáculos para lograr este fin. El que aspira a la riqueza, el prestigio y la gloria también tendrá que someterse a duras austeridades, pues nadie puede tener influencia en este mundo si no es a costa del sacrificio. Pero, ¿por qué hay que someterse a un severo ascetismo para alcanzar la perfección del servicio devocional?
Simplemente porque no se puede llevar una vida tranquila y alcanzar la perfección de la realización espiritual al mismo tiempo. El Señor es más astuto e inteligente que cualquier otro, y desea ver con qué diligencia Su devoto realiza el servicio devocional. Cumplir, cueste lo que cueste, la orden que nos llega directamente del Señor o a través del auténtico maestro espiritual, es la gran austeridad. Quien observe estrictamente este principio conseguirá atraer la misericordia del Señor.
El reino de Dios es ese mundo espléndido con una atmósfera totalmente espiritual que se llama tripad-vibhuti, porque es tres veces más grande que el cosmos material. Nuestra galaxia, con sus miles de estrellas y planetas, es sólo una de los miles de millones de galaxias que salpican el cosmos material. Estos miles de millones de galaxias forman en conjunto sólo una cuarta parte de la inmensa creación del Señor. En efecto, más allá de este cosmos material existe otro mundo, el mundo espiritual, y los planetas espirituales, llamados Vaikunthas, constituyen las tres cuartas partes de toda la creación del Señor.