La Ciencia Espiritual Pura
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Condicionado de ese modo, se condena a sufrir la prisión en la materia y a reencarnarse con cuerpos diferentes en función de sus actos, vida tras vida, hasta que desarrolla un amor puramente espiritual por Dios.

En efecto, con solo poner a Dios en nuestra mente, nuestros pensamientos se elevan desde la materia hasta el Padre Eterno, mientras se abre la senda de la realización espiritual y se pone fin al control que tiene la materia sobre nosotros.

Permítame que le ofrezca un regalo imperecedero que nadie le podrá arrebatar y que conservará eternamente:

«La conciencia de Dios».

La consciencia de Dios consiste en conocer al Padre Eterno tal y como es, comprenderlo, conocerlo a la perfección y saber que debemos servirlo con amor y devoción. Es recuperar el vínculo de amor que nos une al Padre Eterno.

El servicio de amor y devoción que ofrecemos a Dios, en verdad, solo permite llegar a la consciencia universal cuya esencia es Dios. Es la única senda que asegura una perfección total.

La consciencia de Dios nos permite descubrir nuestra verdadera identidad espiritual y comprender que debemos abandonarnos al Señor Supremo. Entonces podremos volver al reino de Dios, verlo cara a cara y vivir eternamente felices junto a él.

¿Por qué creó Dios el universo material?

Dios creó el universo material después de la revuelta de las entidades espirituales llamadas también almas espirituales. Estas se negaron a obedecer a Dios, a hacer su voluntad, a servirlo con devoción. Deseaban imitar al Señor Supremo y disfrutar de los placeres de los sentidos de manera interesada.

Por eso, por amor a ellas, por misericordia y magnanimidad, el Padre Eterno creó un universo material para que saciaran su deseo de autonomía, sus deseos de disfrutar de los placeres de sus sentidos. Pero Dios vela para que comprendan, a la larga, que no pueden vivir sin su Padre Celestial, porque él constituye, y estas almas no lo saben, todos los elementos que ellas utilizan para su existencia. Por esta razón, el padre Eterno les impone los cuatro sufrimientos: nacimiento, enfermedad, vejez y muerte, que sufrirán, vida tras vida, mientras permanezcan en este universo material, y que no comprenden que se tienen que someter a Dios y servirlo con amor y devoción. Todos nosotros somos los servidores y los sirvientes eternos de Dios. Nuestro deber es servirlo. El universo material es un mundo de sufrimiento. Abandonémoslo para entrar en el mundo espiritual y entonces conoceremos la felicidad eterna.

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