aire y éter) y tres sutiles (mente, inteligencia y falso ego). El ser vivo, el alma, que representa la energía superior, se manifiesta en diferentes tipos de cuerpos formados por estos elementos, bajo la acción o dirección de la energía material. De hecho, la energía material y la energía espiritual, la materia y el espíritu, existen eternamente como poderes de Dios, el Ser Soberano. La fuente de todo poder es la Persona Suprema. Puesto que la energía espiritual, el ser individual, que es parte integrante de Dios, la Persona Suprema, desea disfrutar de los placeres que le ofrece el universo de la materia, el Señor le da la oportunidad de revestirse de diferentes tipos de cuerpos y experimentar las alegrías y las penas inherentes a las diferentes situaciones materiales. En realidad, la energía espiritual (el ser vivo que quiere disfrutar de los bienes de este mundo) es manipulada por el Señor Supremo. Los llamados «padre» y «madre» no tienen nada que ver con el ser vivo, el alma encarnada. Como resultado de su propia elección y karma, el ser individual recibe diferentes cuerpos a través de los llamados padres y madres, que desempeñan este papel sólo durante la duración de una vida fugaz.
Las divisiones que resultan de las generalizaciones y distinciones, como la nacionalidad y la individualidad, son producto de la imaginación de personas poco avanzadas en el campo del conocimiento. De hecho, hay dos tipos de energía, una material y otra espiritual. Ambos existen para siempre, pues son emanaciones de la verdad eterna, el Señor Supremo. Como el alma individual, el ser individual distinto de Dios, ha sentido desde tiempos inmemoriales el deseo de actuar en el olvido de su identidad original y real, acepta diferentes situaciones dentro de diversos cuerpos materiales y recibe diversos nombres correspondientes a las innumerables nacionalidades, comunidades, grupos sociales, especies, etc., que nada tienen que ver con la existencia real y espiritual. Para un ser santo, un alma avanzada en el conocimiento, que ha tomado conciencia de su identidad espiritual, no hay razón para alegrarse o apenarse desde el punto de vista material, por la pérdida de un ser querido. Siempre está en un plano que trasciende la vida condicionada.
Cuidemos de considerar cuidadosamente la posición del alma espiritual. En otras palabras, tratemos de entender quiénes somos, ¿el cuerpo, la mente o el alma?
Reflexionemos sobre nuestro verdadero origen e identidad, a dónde iremos una vez que dejemos nuestros cuerpos, y por qué estamos ahora cargados de penas materiales. Intentemos comprender así nuestra verdadera posición, y entonces podremos abandonar nuestro vano apego a la materia. También podremos abandonar la creencia de que este universo material, donde todo lo que no está directamente relacionado con el servicio de Dios, es eterno. De este modo, alcanzaremos la serenidad. En la actualidad, las personas están mal orientadas y se lanzan a la vida materialista como animales. Realizan todo tipo de acciones abominables y pecaminosas, y se empantanan cada vez más en la materia. Por el contrario, una persona consciente de Dios es naturalmente consciente de su verdadera identidad espiritual, porque Krishna, el Señor, se asegura de que