La Ciencia Espiritual Pura
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en la familia es una gran fortuna para toda la familia, pues su presencia asegura que los ascendientes y descendientes, durante cien generaciones, serán liberados por la gracia del Señor, como señal del respeto que Él muestra a su devoto más querido. Por lo tanto, el mayor beneficio que uno puede otorgar a su familia es convertirse en un devoto puro del Señor.

Dios se revela sólo a aquellos que se rinden a Él y le sirven con amor y devoción.

El Supremo Eterno dice: «Nunca Me muestro a los necios o a los estúpidos; por Mi poder interior estoy velado de ellos. Por lo tanto, este mundo equivocado no me conoce a Mí, el No Nacido, el Imperecedero».

Uno puede preguntarse por qué Dios, antes presente en la Tierra y visible para todos, ya no está presente hoy. Pero en realidad, aunque estaba presente, no se manifestaba a todos; sólo un puñado de hombres lo conocía como el Señor Supremo. Dios no se reveló como tal al hombre común y a los incrédulos. De hecho, excepto sus devotos que saben quién es Él y los signos que le caracterizan, todos le toman por un hombre corriente. Así, sus devotos, y sólo ellos, lo veían como la fuente de toda alegría. Para los demás, para los incrédulos privados de visión, permaneció velado por su poder eterno. Dios, el Ser Soberano, no sólo es el No Nacido, también es inagotable e imperecedero. Su forma eterna es todo conocimiento, dicha y eternidad. Sus energías son inagotables. La forma personal, real, original, primordial y absoluta del Supremo Eterno está velada por los rayos que emanan de Su cuerpo divino y que forman así un resplandor llamado brahmajyoti, Su poder interior. Sólo para Sus devotos, el Señor elimina este deslumbrante resplandor, para que puedan verle tal y como es. Para los ateos, los incrédulos, por este poder eterno del brahmajyoti, Él permanece velado, no pueden verlo como es.

El Señor Supremo dice: «Porque soy Dios, la Persona Suprema, lo sé todo sobre el pasado, el presente y el futuro. Yo también conozco a todos los seres; pero nadie me conoce a Mí».

Este tema resuelve definitivamente el dilema entre personalismo e impersonalismo. Si la forma de Dios, la Persona Suprema, fuera maya, es decir, material, como afirman los impersonalistas, habría que suponer que, como todos los seres, cambia de cuerpo sin cesar y olvida el curso de sus vidas pasadas. Porque ningún ser revestido de un cuerpo material puede recordar sus vidas pasadas, ni puede predecir su futuro, en esta vida o en la siguiente; no puede ver el pasado, el presente o el futuro; a menos que esté liberado, ninguno puede.

Sin embargo, Krishna, Dios, la Persona Suprema, que no pertenece al común de los mortales, afirma saberlo todo sobre el pasado, el presente y el futuro. Hemos visto que Él recuerda haber instruido a Vivasvan, el ser celestial del sol, hace millones de años. Dios también conoce a todos los seres al mismo tiempo, pues habita en el corazón de cada uno de ellos. Y sin embargo, aunque Él mora dentro de cada ser como el Alma Suprema, habitando más allá del universo material como la Persona

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