No maten, y no coman la carne de los animales
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La regla de oro.

Todo lo que quieras que los seres humanos hagan por ti, haz lo mismo por ellos.
(Jesús)

Así es como se trabaja en la conciencia de Dios.

Haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti. Desea y anhela para los demás lo que desea y anhela para sí mismo.

Estos pensamientos resumen el comportamiento ideal que el ser humano debe tener hacia todos sus semejantes, sean quienes sean.

Es amar a todos los seres humanos incondicionalmente, sin reservas ni segundas intenciones. Pero también significa reconocer que todos tienen los mismos derechos que nosotros. Significa ver a nuestro prójimo, sea quien sea, como un hermano, una hermana, un ser tan libre como nosotros.

Es amar a todos los seres vivos; a todos los seres humanos sin excepción, a todos los animales terrestres, rastreros, voladores y acuáticos y a todas las plantas en su diversidad con igual amor, porque es reconocer que Dios les ha concedido un lugar en la tierra, que ocupan junto a nosotros. Es reconocer que la tierra que poseemos en la tierra también les pertenece, pues Dios ha puesto toda la tierra, que es su única y verdadera propiedad, a disposición de todos los seres vivos sin excepción.

Es encontrar normal compartir todo, desear y desear con los demás. Es desear vivir felizmente, en armonía y paz con todos, bajo la autoridad y el gobierno de Dios.

Desarrollar la conciencia de Dios permite ver a todos los seres vivos con el mismo ojo, con un ojo igual.

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