Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 16

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La raíz del pecado es la desobediencia a las leyes de la naturaleza, las leyes divinas, que nace de la negativa a reconocer la propiedad absoluta del Señor Supremo y Su preeminencia.

Bienaventurados los que observan los siguientes cuatro principios reguladores divinos: No tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. No comer carne, pescado y huevos. No consumir drogas, estimulantes, alcohol, cigarrillos, café y té. No apuestes, porque vivirán en santidad.

La transgresión de las leyes de la naturaleza, de las leyes divinas, la desobediencia a los mandatos del Señor, provoca la degeneración del hombre. En cambio, si uno es sensato, si conoce las leyes de la naturaleza, las leyes divinas, los mandamientos divinos, y si permanece libre de apego así como de aversión, está seguro de hacerse digno de la consideración del Señor de nuevo, para convertirse en el elegido que volverá a Él en su reino eterno. Sólo aquellos que viven en santidad, que obedecen a Dios y hacen su voluntad divina, que se entregan a Él y le sirven con amor y devoción, pueden acercarse a Él, verle cara a cara y morar con Él en su reino eterno. Nunca más volverán al cosmos material donde reina el sufrimiento.


Logos 17

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Los Vedas, las sagradas escrituras originales, también llamadas «El Verdadero Evangelio», afirman: «Dichoso aquel que sabe que todo en este universo, ya sea animado o inanimado, el Señor es el Maestro y único poseedor. Por lo tanto, debemos usar sólo lo necesario y tomar sólo la parte que nos asigna Dios, sabiendo bien a quién pertenece todo.»

El conocimiento de Dios es infalible, pues el Señor es la fuente del mismo. Las palabras del Señor son espirituales y permanecen así para siempre. A diferencia de los seres vivos y los objetos inanimados, el Señor, siendo infinitamente perfecto, no puede estar sujeto a las leyes de la naturaleza material, una mera manifestación de Su propio poder. Los elementos de la naturaleza, la tierra, el agua, el fuego, el aire, el éter, la mente, la inteligencia y el ego material, pertenecen a la energía inferior del Señor, que también se llama energía material, mientras que el alma espiritual, el principio vital, constituye su energía superior. Ambas energías emanan del Señor Supremo, el Maestro de todo lo que existe. No hay nada en el universo que no pertenezca a la energía material, pues todo es propiedad del Ser Supremo. El Ser Absoluto, Dios, la Persona Suprema, es en todo sentido perfecto. Poseedor de una inteligencia perfecta y absoluta, puede dirigir todo a través de sus diversos poderes. El Ser Supremo se compara a menudo con el fuego, y todo lo que existe, tanto animado como inanimado, con el calor y la luz del fuego. Así como el fuego emite su energía en forma de calor y luz, el Señor emite sus energías de diversas maneras. Pero, omnisciente, sigue siendo siempre el Sustentador y el Maestro Absoluto de todo lo que es, el Benefactor de todo. Todopoderoso, posee atributos de inconcebible perfección: poder, gloria, belleza, riqueza, conocimiento y renuncia.

Seamos lo suficientemente inteligentes para comprender que, salvo el Señor, nadie tiene nada. Por lo tanto, debemos aceptar sólo la parte que nos asigna el Señor, para que la paz y la armonía reinen en la tierra.

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