Logos 13
El propósito de la vida es la realización espiritual y la restauración de nuestra relación olvidada con Dios. La forma humana está especialmente destinada al despliegue de la conciencia de K?i?h?a, Dios, pues esta conciencia divina nos permitirá recuperar nuestro cuerpo eterno de dicha y conocimiento. El propósito de la conciencia de K?i?h?a o conciencia de Dios es darnos un cuerpo de la misma naturaleza que la de K?i?h?a, Dios, la Persona Suprema misma.
Conocer la relación íntima con el Señor es el objetivo supremo de la vida humana. La conciencia K?i?h?a es el arte de espiritualizar la actividad material, aumentando el grado de realización espiritual del hacedor, conociendo la universalidad de Dios y la relación con Él.
Nuestro próximo cuerpo depende de la influencia de los modos de influencia de la naturaleza material; la virtud, la pasión, la ignorancia, que predominarán en nosotros en el momento de la muerte. Los que mueren influenciados por la ignorancia tendrán cuerpos de animales o incluso de especies inferiores. Los que mueran bajo la influencia de la pasión obtendrán una forma humana en un planeta similar a la Tierra. Y los que mueran bajo la égida de la virtud serán promovidos a los sistemas planetarios superiores y paradisíacos y adquirirán el cuerpo de un ser celestial (un ser más evolucionado que el hombre). Pero todos estos cuerpos son materiales y, por tanto, temporales. Sólo quien tiene la suerte de morir pensando en Dios puede conseguir un cuerpo eterno como K?i?h?a. Ese irá a reunirse con el Señor Supremo en Su morada eterna.
El Señor dice: «Además del alma, hay otro ocupante en el cuerpo que es el dueño supremo. Sanciona y supervisa todas las actividades del cuerpo, pero permanece en un nivel espiritual y absoluto. Quien comprende que el Alma Suprema es, en todos los cuerpos, la compañera constante del alma individual (nosotros), y que ambas son imperecederas, ve la verdad».
Logos 14
Quien «mate» el alma irá a los llamados planetas infieles, donde reinan la ignorancia y la oscuridad. El propósito de la existencia es la realización espiritual y la restauración de nuestra relación olvidada con Dios.
«Matar» el alma es rechazar a Dios, seguir ignorando que somos almas o entidades espirituales, no buscar la realización espiritual, e interesarse sólo por el cuerpo material. El hombre se distingue de los animales por sus mayores responsabilidades. A los que son conscientes de estas responsabilidades y las asumen se les llama «almas virtuosas» y a los que las descuidan o incluso las ignoran se les llama «incrédulos». Todos los seres humanos entran en una u otra categoría.
El hombre inteligente debe recordar siempre que la forma humana se obtiene sólo después de muchas reencarnaciones del alma, a lo largo de muchos millones de años.
A diferencia de las otras formas corporales, plantas y animales, sólo la forma humana permite el acceso al conocimiento de Dios y el desarrollo de la inteligencia. El incrédulo es el que, a pesar de tales ventajas, no aprovecha plenamente la forma humana para realizar su ser espiritual. Es un «asesino del alma» cuyo destino es hundirse en las más profundas tinieblas de la ignorancia y sufrir interminablemente;
éste es el peligro contra el que Dios nos advierte. La forma humana no nos ha sido dada para trabajar como el burro o el camello, sino para permitirnos alcanzar la más alta perfección del ser. Si no nos preocupamos por la realización espiritual, la naturaleza nos obligará a trabajar duro, de buena o mala gana.
En la época en que vivimos, el hombre se ve obligado a trabajar como una bestia de carga; de hecho, la Tierra se ha convertido en un ejemplo de las regiones a las que se envía a sufrir a los incrédulos. Si el hombre no cumple con los deberes que le confiere su forma humana, tendrá que transmigrar a los planetas llamados «incrédulos», donde todos los seres, en formas degeneradas, se debaten en la ignorancia y la oscuridad y deben descender a las regiones infernales. Por otro lado, todos aquellos que, a pesar de un esfuerzo sincero, fracasan en su intento de realización espiritual, renacerán en una familia de alto estatus.