La virtud pura es alcanzada por todos aquellos que cultivan las cualidades divinas. Las siguientes son algunas de las cualidades de un ser santo, un siervo de Dios.
Un ser santo apto para entrar en el reino de Dios es muy tolerante y amable con todos los seres vivos, los seres celestiales, los seres humanos, los animales y las plantas. Es imparcial y muestra bondad con todos los seres humanos sin excepción, pero también con todos los animales y plantas.
No cometerá la insensatez de matar un animal terrestre o acuático sólo para alimentarse a sí mismo y a su familia, o de destruir o incluso quemar árboles sólo para cultivar nuevas cosechas y ampliar sus tierras. El destructor olvida o incluso ignora que al hacerlo está matando a muchos seres vivos que viven en y entre los árboles, a nivel del suelo o bajo tierra.
El ser santo es amable, benévolo y compasivo con todos los seres vivos y no tiene enemigos. Está tranquilo y en paz. Estas son las cualidades de los que tienen acceso al reino de Dios. Cultivando estas cualidades, el ser humano progresa gradualmente hacia la liberación, hasta acceder al reino de Dios.
El conocimiento perfecto que conduce a Dios.
Aquel cuya mente e intelecto, refugio y fe se encuentran en Dios, ve el conocimiento puro que lo libera de todas las dudas. Entonces avanza con paso firme por el camino de la liberación, de la salvación.
Aquel cuyos pensamientos, mente y fe permanecen fijos en Dios, refugiándose totalmente en Él, está libre de dudas y tiene un conocimiento perfecto de todo lo relacionado con el Absoluto, Dios. Se sabe a la vez Uno con el Señor y distinto de Él. Armado con este conocimiento espiritual, progresa con certeza en el camino de la liberación.
Es en la conciencia de Dios donde el conocimiento y la paz alcanzan su máxima expresión. El hombre de fe, bañado en el conocimiento absoluto y dueño de sus sentidos, conoce la más alta paz espiritual.
Aquel cuyas acciones están impregnadas de devoción, el alma pura, dueño de sus sentidos y de su mente, es querido por todos, y todos son queridos por él. Aunque siempre activo, nunca cae en las trampas del karma [acción-reacción, o ley de causa y efecto]. Pone su palabra y su cuerpo, su mente y su intelecto al servicio del Señor, en conciencia de Krishna, en conciencia de Dios, y por ello está perfectamente liberado en este mundo, aunque sus acciones parezcan materiales.