De todos los cuerpos materiales, humano, animal y vegetal, el cuerpo humano es un vehículo excelente, pues al estar, gracias a Dios, abierto a la inteligencia, al conocimiento y a la comprensión, nos permite, a diferencia de los otros cuerpos animales y vegetales que están cerrados a ella, acceder al conocimiento de Dios, a su enseñanza y a la vida eterna.
La civilización actual está demasiado preocupada por el cuerpo material y sus comodidades, y nadie conoce el verdadero propósito del viaje de la vida, que es conocer a Dios y volver a Él. Dedicarse al bienestar del cuerpo material no aporta ningún beneficio real a largo plazo, si significa olvidar el lado primordial e indispensable de la existencia, para recuperar nuestra identidad espiritual perdida. No es el interés del cuerpo lo que debemos buscar, sino el interés del alma lo que debemos privilegiar. Ahora, entendamos que no somos el cuerpo, sino el alma que reside en él.
Dios diseñó la forma humana de tal manera que el ser espiritual encarnado pueda avanzar hacia una meta espiritual. Desgraciadamente, cinco pesadas cadenas, como un ancla, sujetan este cuerpo a la conciencia material:
Apego al cuerpo material, debido a la ignorancia de las realidades espirituales.
Apego a los familiares, debido a los vínculos corporales.
Apego a la tierra natal y a las posesiones materiales, casa, muebles, edificios, propiedades, papeles importantes, etc.