Se dice que la naturaleza es la causa de todos los actos materiales y sus consecuencias; el ser separado (el alma espiritual individual separada de Krishna), por otra parte, es la causa de los diversos placeres y sufrimientos que experimenta en este mundo.

Así, el ser separado toma prestadas varias formas de existencia dentro de la naturaleza material y disfruta allí de las tres gunas: esto se debe a que toca esa naturaleza. Entonces experimenta sufrimiento y placer en diversas formas de vida.

Pero hay otro beneficiario en el cuerpo que trasciende la materia; y ése es el Señor, el supremo poseedor, Testigo y Concienciador, a quien se llama el Alma Suprema (y a quien Jesús llamó el Espíritu Santo).

Alcanzará la liberación quien conozca así la naturaleza material y lo que son los seres vivos y cómo interactúan con las tres gunas (virtud, pasión e ignorancia). Cualquiera que sea su condición actual, nunca volverá a renacer en este mundo.

Algunos perciben el Alma Suprema a través de la meditación, otros a través del cultivo del conocimiento y otros a través de la acción desinteresada.

Entonces uno se encuentra con aquellos que, aunque no están bien versados en el conocimiento espiritual, se dedican a la adoración del Señor Supremo porque han oído hablar de Él. Escuchando voluntariamente los dichos de las autoridades, ellos también triunfan sobre el ciclo de muerte y renacimiento. Sabe que todo lo que es, móvil e inmóvil, procede sólo de la unión del campo de acción con el conocedor del campo.

Aquel que ve que el Alma Suprema en todos los cuerpos acompaña al alma separada, y comprende que ninguno de ellos perece jamás, él ve en verdad. Él que en cada ser ve el Alma Suprema, en todas partes igual, no deja que su mente le lleve a la degradación. Así alcanza la meta suprema y absoluta. Él que puede ver que es el cuerpo, nacido de la naturaleza material, que realiza toda la acción, que el alma interior nunca actúa, él ve en verdad. Cuando el hombre inteligente deja de ver en términos de identidades múltiples, debidas a los cuerpos múltiples, alcanza la visión espiritual. Entonces, en todas partes sólo ve el alma espiritual.

Aquellos que tienen la visión de la eternidad pueden ver que el alma es espiritual, eterna, más allá de las tres gunas. Aunque esté en el cuerpo de la materia, el alma nunca actúa ni está atada. Así como el éter, que se esparce por todas partes, no puede, sin embargo, de naturaleza sutil, mezclarse con nada, así el alma, de sustancia espiritual, aunque esté en el cuerpo, no se mezcla con él.

Así como sólo el sol ilumina toda la galaxia, sólo el alma espiritual ilumina todo el cuerpo con la conciencia.

Aquel que, a la luz del conocimiento, ve así lo que distingue al cuerpo del poseedor del cuerpo, y sabe también por qué medios uno se libera de las garras de la naturaleza material, alcanza la meta suprema.