El camino hacia la liberación, hacia la verdadera libertad
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La opulencia del poder interior de Dios brilla eternamente en toda su plenitud en este reino espiritual, donde las Diosas de la fortuna experimentan un apego cada vez mayor por el servicio que ofrecen al Señor Supremo, Krishna.

La presencia de estas Diosas de la fortuna y sus compañeras siempre despierta una atmósfera alegre de celebración trascendental. Cantando continuamente las glorias del Señor, nunca conocen el silencio.

Hay un número ilimitado de planetas espirituales en el mundo espiritual, que cubren un área tres veces mayor que la del cosmos material.

Tenemos la opción.

El espiritualista que lo desee puede ir a todos los planetas del universo material. Puede acceder a la morada de Krishna en el reino trascendental, desde donde nunca más tendrá que descender al universo material, ni dirigirse a los planetas edénicos, paradisíacos, los planetas superiores de nuestra galaxia.

El espiritualista consumado es libre de adoptar uno u otro de estos caminos. Para el espiritualista perfecto que logra así abandonar su cuerpo manteniendo plena posesión de su conciencia, pasar de un planeta a otro es tan fácil como, para un hombre corriente, ir a la tienda de comestibles de la esquina.

En verdad, el hombre es una trilogía. Se compone de tres partes: el alma misma, que es su verdadera identidad espiritual, su yo real, el cuerpo etéreo que contiene el alma y el cuerpo de materia densa que contiene el todo. El cuerpo material es sólo la envoltura del alma espiritual.

La mente, la inteligencia y el ego falso o ego material forman el cuerpo etéreo y, por tanto, la envoltura interna en la que está encerrada el alma, y ​​el cuerpo material hecho de tierra, agua, aire, fuego y éter constituye la envoltura exterior.

Cualquier espiritista que haya alcanzado la realización espiritual y haya comprendido la relación entre la materia densa y el alma, puede dejar la vestidura material del alma de manera perfecta cuando quiera.

Por la gracia de Dios, disfrutamos de total libertad. En Su perfecta benevolencia hacia nosotros, el Señor nos permite elegir dónde queremos vivir. En el cosmos material o en el mundo espiritual, en el planeta de nuestra elección. Es el mal uso de esta independencia lo que hace que el ser espiritual caiga en el mundo material, donde se ve obligado a sufrir los tres tipos de sufrimiento inherentes a la vida condicionada [los que surgen del cuerpo y la mente, los causados ​​por otras entidades vivientes, los y los que se originan en los elementos de la naturaleza material, tales como frío o calor extremos, relámpagos, terremotos, huracanes, sequías, etc.].

Todos toman la misma decisión que yo. Elijamos todos regresar al mundo espiritual donde se encuentra nuestro hogar original, ubicado en el reino de Dios.

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