Las cualidades correctas, la actitud correcta, el comportamiento idéal
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Todos los que aman a Dios deben restablecer y renovar una alianza con él.

Dios dice a este efecto: «Sabed que el Señor vuestro Dios es Dios. Este Dios fiel guarda su pacto y su bondad hasta la milésima generación para con los que le aman y guardan sus mandamientos.

La bondad del Señor es de eternidad en eternidad para los que le temen, y su justicia permanece para los hijos de sus hijos, para los que guardan su pacto y se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra.

Ahora, si escucháis mi voz y guardáis mi pacto, personalmente me seréis entre los pueblos, porque toda la tierra me pertenece».

La alianza que Dios establece con los hombres es una unión o acuerdo entre el Señor y todos los que lo aman, hacen su voluntad, se abandonan a Él, le sirven con amor y devoción y ponen en práctica su palabra, su enseñanza, sus preceptos, sus principios reguladores y sus mandamientos.

Esta alianza es concluida y aceptada por todos los hombres que creen en Dios, que quieren caminar a su lado, obedecerle y complacerle.

Compromete a aquellos que respetan las prácticas rituales y sociales particulares establecidas por el Señor, y su objetivo es mantener al ser humano en la pureza, y permanecer en su posición de servidor eterno de Krishna, Dios, la Persona Suprema.

Con este conocimiento sublime, volvamos todos a la posición natural, original, eterna, prestigiosa y gloriosa de siervos eternos que teníamos con Kṛiṣhṇa, Dios, la Persona Suprema, al principio de todas las cosas, y sirvámosle con amor y devoción.

Dios, la Persona Suprema, es fuente de toda fortuna feliz. Vela por el bien último de todos los seres.

El Señor confiere al ser individual distinto de Dios los frutos de todos sus actos, tanto materiales como espirituales. Por su naturaleza espiritual, el ser distinto es no nacido. Mientras el ser distinto, que cada uno de nosotros es, permanece implicado en la existencia material, sus actos le son retribuidos, ya sea en la vida actual misma, ya en la vida siguiente.

Asimismo, el Señor tiene en cuenta los actos que el ser realiza en el curso de su vida espiritual y lo recompensa confiriéndole una de las cuatro formas de liberación:

La que permite vivir en el mismo planeta que el Señor.

La que permite tener los mismos rasgos corporales que el Señor.

La que permite disfrutar de la misma opulencia que el Señor.

La que permite vivir en compañía del Señor.

El Señor confirma que Él colma en la vida actual los deseos de cada uno. Los seres espirituales encarnados gozan de la facultad de libre albedrío, y el Señor satisface a cada uno según su uso. Por tanto, es deber de todo ser humano dedicar una devoción exclusiva a Dios, la Persona Suprema, para alcanzar la satisfacción de sus deseos. Aquellos que sirven a Dios con amor y devoción obtienen la perfección más alta.

La benevolencia del Señor es tal que incluso si un ser virtuoso no llega a la fase de devoción pura y libre de toda mancha material, se le concederá alcanzarlo en su vida siguiente renaciendo en el seno de una familia acomodada o entre los devotos del Señor. El ser santo virtuoso no tendrá que comprometerse en la dura lucha por la existencia material, y así podrá completar su purificación. Cuando por fin deje su cuerpo, volverá inmediatamente al reino de Dios, su morada original, y allí permanecerá eternamente.

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