Por ello, los reyes, los jefes de Estado y de Gobierno deben imperativamente, y desde ahora mismo, ordenar el cierre definitivo de todos los mataderos, las pesquerías industriales, las cuencas piscícolas, acuícolas, de conquilicultura, de helicultura, de miticultura, y todas las demás explotaciones en las que todos los animales criados sean destinados a la muerte, así como todas las explotaciones avícolas y de otro tipo, porque cada día matan a millones de animales inocentes en el mundo, así como las carnicerías y las pescaderías, que comercializan los cadáveres de los animales muertos.
El deber de estos líderes es proteger a todos los animales terrestres y acuáticos, pero también a todas las plantas, dondequiera que estén en el mundo.
El papel y los deberes de los reyes y jefes de Estado y de gobierno.
Estos diversos líderes deben tener siempre presente que todos ellos reinan y gobiernan bajo la autoridad de Dios, el Monarca Supremo.
El primer deber de un rey o jefe de Estado es velar por su pueblo y proteger a todos sus ciudadanos, sean quienes sean. Los ciudadanos de un Estado incluyen a todos los seres humanos sin excepción, así como a todos los animales terrestres, reptantes, voladores, acuáticos, salvajes y domésticos, y a todas las plantas en toda su diversidad, desde una brizna de hierba hasta un árbol gigantesco.
Todos los seres humanos, animales y plantas son seres vivos con derecho a vivir, porque cada uno de ellos es un alma encarnada en un cuerpo concreto.
Por ello, los monarcas y jefes de Estado deben velar por que nadie ponga en peligro la vida y la integridad de todos los ciudadanos, humanos, animales y plantas por igual.
Por la ley del karma, ley de acción-reacción, o ley de causa y efecto, todos los pensamientos, palabras y acciones conducen a efectos positivos y negativos, que inevitablemente provocan al final de la vida presente ya, pero seguro en la próxima existencia. consecuencias positivas para los virtuosos y negativas para los seres culpables de actos atroces. Dios nos deja actuar bajo nuestro propio riesgo. Donde la justicia humana no obra, por laxitud, la justicia divina, siempre cumple su obra, y sanciona a los culpables de actos inicuos.
Los que caminan con Dios en la virtud, y los que le obedecen, se refugian en él. Qué podría ser más natural para un ser virtuoso en peligro que pensar en Dios, quien lo protegerá. Que se enfrente al peligro inminente, y el Señor lo protegerá.