No maten, y no coman la carne de los animales
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El Señor Supremo dice: «He aquí que os doy toda la vegetación que da semilla en toda la faz de la tierra, y todo árbol que tiene fruto que da semilla, será tu alimento.»

El Señor lo deja claro: «será tu alimento».

Verdaderamente, Krishna, Dios, la Persona Suprema, el Señor Soberano, nunca ha dicho: «Puedes comer carne, pescado y huevos».

Tampoco dijo nunca: «Podéis comer la carne de ciertos animales, sólo los que son puros».

Los que afirman que el Señor dijo estas cosas son mentirosos, descreídos demoníacos, que se atreven a ofender a Dios y a faltarle al respeto con estas falsas palabras. Por otro lado, desvían a las personas, llevándolas en la dirección equivocada, hacia la oscuridad y la perdición. No sólo no entrarán nunca en la tierra prometida, sino que además irán al infierno y nunca saldrán.

El Señor Dios dijo a Pedro: «Lo que Dios ha declarado limpio, no lo consideres impuro.» (Hechos 10:15)

A través de sus palabras, Dios enseña a Pedro que no hay animales impuros.

Dios ha ordenado: «No matarás.»

Con este sencillo y profundo mandato, el Señor hace una generalización, especificando así que este mandamiento no sólo concierne al ser humano, sino también al animal y al vegetal. Dios, el Supremo Eterno, ha dado la vida a los seres vivos, a los seres humanos, a los animales y a las plantas, por lo que nadie tiene derecho a quitársela a nadie sin pagar el precio. Matar un animal para comer es el mayor pecado de todos.

Al decir a los seres humanos que les da la semilla de las plantas y de los árboles frutales, Dios les hace comprender que ese es su alimento. Los hombres no tienen que matar un animal si quieren comer, porque el Señor especifica que son necesariamente vegetarianos. Pueden comer cereales, frutas, verduras, leche y productos lácteos.

Dios ha proporcionado al hombre suficientes verduras, frutas, granos, legumbres, productos lácteos, por lo que no hay ninguna necesidad de abrir mataderos y otros centros de muerte y matar a los animales terrestres y acuáticos. De hecho, ninguna sociedad puede llamarse a sí misma humana mientras se dedique a tales atrocidades.

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