Preguntas y respuestas espirituales perfectas
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Está escrito: «No matarás» y «Si alguien mata a espada, a espada debe ser asesinado».

También está escrito: «Ojo por ojo, diente por diente». Si este principio se aplicara, sería contra quien sacrifica cruel y descaradamente la vida de otro para asegurar su propio sustento. La pena de muerte es, sin duda, la pena mínima que puede recibir un asesino así, y las Sagradas Escrituras estipulan que al recibir tal castigo del rey, según el principio de «ojo por ojo, diente por diente», el culpable queda purificado de todos sus pecados, de modo que puede ser elegible para ascender a los planetas celestiales.

El Señor dijo: Quienes se liberan de la dualidad, fruto de la ilusión, quienes fueron virtuosos tanto en sus vidas pasadas como en esta, quienes han cesado por completo el pecado, me sirven con determinación.

¿Es cierto que el alma no es ni masculina ni femenina?

Sí, el ser espiritual no es ni masculino ni femenino, porque el sexo solo concierne al cuerpo material, no al alma.

Debemos esforzarnos por distinguir el alma espiritual del cuerpo material, sin apegarnos a las designaciones externas de masculino o femenino.

Mientras estas distinciones persistan en nuestras mentes, no debemos intentar convertirnos en ermitaños. Como mínimo, debemos estar intelectualmente convencidos de que el ser mismo, el alma, no es ni masculino ni femenino.

La envoltura exterior, carnal, hecha de materia, está organizada por la naturaleza material para provocar atracción hacia el sexo opuesto y, así, mantener al ser prisionero de la existencia condicionada.

El ser liberado se eleva más allá de estas dualidades perversas; no distingue entre un alma y otra. Para él, todos participan de una única naturaleza espiritual.

El ser liberado posee esta visión espiritual a la perfección.

¿Qué le sucede al alma en el momento de la muerte?

¿Realmente no hay nada después de la muerte?

En general, la muerte significa entrar en un período de inconsciencia que dura siete meses. De hecho, el ser individual y distinto de Dios, que cada uno de nosotros verdaderamente es, es introducido entonces, a través de la semilla del padre, en el vientre de una nueva madre, y comienza a desarrollar, nutrido por ella, un nuevo cuerpo basado en sus deseos y acciones pasadas, pues estos son los factores que determinan el tipo preciso de cuerpo en el que renacerá.

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