Quien conoce a Dios, conoce la Verdad Absoluta.
Todos aquellos que no conocen las obras de Dios, no saben nada, pues ignoran la Verdad Absoluta.
Todos aquellos que no buscan conocer las raíces del mal para erradicarlas definitivamente, seguirán siendo esclavos del mal.
Todos aquellos que no conozcan su verdadera identidad espiritual, que no sepan quiénes son realmente, ni cómo llegaron a este mundo material, no comprenderán ni sabrán cómo se irán, ni adónde irán. Seguirán siendo prisioneros de este mundo de sufrimiento.
Todos aquellos que no rechazan la envidia, el deseo, la lujuria, el materialismo, el mal en todas sus formas, y que no extinguen la ira, la codicia, la concupiscencia y la venganza, cierran las puertas de la verdad existencial.
Todos aquellos que no buscan a Dios, que no buscan conocerlo como realmente es, ni buscan recibir su palabra divina y su sublime enseñanza, permanecen en las tinieblas, nunca verán la luz.
Todos aquellos que no busquen conocer el lugar del que proceden, ni el vínculo que une a cada uno de ellos con el Señor, éstos les serán ocultados.
El camino que conduce con seguridad a la luz pura, al sublime reino de Dios, es la entrega de uno mismo al Señor, y el servicio de amor y devoción que le ofrecemos. Esta es la perfección de la existencia.
Dios es verdaderamente un Ser maravilloso, de amor, bondad y misericordia sin límites. Su múltiple belleza fascina.
El Señor dice: «Cuando un mortal se rinde a Mí y Me ofrece todo su trabajo fructífero en su deseo de servirme con amor y devoción, entonces alcanza la libertad del nacimiento y la muerte y califica para alcanzar la inmortalidad, la participación de Mi naturaleza y la opulencia que viene conmigo.»
Si todos los seres humanos supieran esto, fueran conscientes de ello, se entregaran a Él y Le sirvieran con amor y devoción, todas sus preocupaciones y sufrimientos desaparecerían.
Que aquellos que quieran caminar con confianza por el camino santo y puro de Dios, el que conduce a Su reino infinito, absoluto y eterno, tomen como yelmo la salvación, como espada la palabra de Dios, y se pongan la armadura de luz de la que el amor profundo al Señor, la entrega a Su Persona Divina y el servicio devocional que se le ofrece, son la esencia pura.