La ciencia de Dios, o ciencia de la salvación
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Una de estas correcciones o revisiones tuvo lugar en el Concilio de Nicea, en el año 325 después de Jesucristo. En este concilio, afirman muchos eruditos contemporáneos, los sacerdotes alteraron completamente, por omisión o extrapolación, los documentos cristianos originales. El propósito de estas modificaciones, supresiones y adiciones fue hacer que estas «Sagradas Escrituras» fueran aceptables para el emperador Constantino. Este último estaba lejos de ser vegetariano, ya que los historiadores han informado que vertió plomo líquido en las gargantas de los cristianos vegetarianos que capturó.

Ahora sabe por qué los cuatro evangelios sinópticos, que componen el Nuevo Testamento, guardan un misterioso silencio sobre la dieta de Jesús, sus enseñanzas sobre el bienestar animal, el vegetarianismo espiritual y la comida que recomendaba. Jesús prohibió la matanza de animales terrestres y acuáticos, y el consumo de carne, pescado y huevos. Prohibía la cría de animales con el único fin de matarlos y consumir su carne. Él había condenado la matanza de animales al amparo del sacrificio, que el mismo Padre Eterno había condenado con estas palabras:

«Dejen de traer ofrendas vacías (dejen de sacrificar animales). El incienso Me horroriza. No puedo ver el crimen con solemnidades. Cuando extiendes tus manos, aparto mis ojos de ti. Aunque multipliques las oraciones, no escucho. Tus manos están llenas de sangre».

Es siguiendo estas magníficas palabras del Padre Supremo que Jesús dijo:

«Id, y aprended lo que significa: Me deleito en la misericordia y no en el sacrificio».

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