Aprendamos a Conocer al Padre Eterno
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El Señor Krishna es la forma completa de la eternidad, el conocimiento y la dicha. Él es la última morada, el último refugio, el soberano purificador y el más puro de todos los puros.

Siempre está calmado, en paz, tranquilo, sonriente y amable. Tiene una hermosa y profunda voz, y sus palabras son muy dulces y melodiosas.

Conocer a Dios es entrar en la luz pura y en la vida eterna.

¿Cómo se puede penetrar en el misterio de Dios?

Krishna, Dios, la Persona Suprema responde: Sólo a través del servicio devocional puedo ser conocido como soy. Y el ser que, a través de tal devoción, llega a ser plenamente consciente de Mi Persona, puede entonces entrar en Mi reino absoluto.

Sólo sirviéndome con amor y devoción indivisibles se puede conocerme tal y como soy y también, en verdad, verme. Así, y sólo así, se puede penetrar en el misterio de mi Persona.

Krishna, Dios, la Persona Suprema y Absoluta, es la dicha espiritual absoluta.

Él es la fuente original de la dicha espiritual absoluta, y esta última es, de hecho, la marca de la verdadera vida. El Absoluto es, por naturaleza, la dicha total.

Esta dicha total y natural, inherente al ser espiritual, es el objetivo último de la comunión con el Ser Supremo, Krishna, y puede alcanzarse fácilmente mediante el servicio devocional dedicado al Señor.

La actitud ideal, el comportamiento perfecto.

Cada uno de nosotros es, en verdad, un alma espiritual, un pequeño fragmento espiritual de Krishna, Dios, la Persona Suprema, una parte integral de Su Persona Divina. Nuestra verdadera naturaleza espiritual nos lleva, como un deber hacia el Señor, a servirle con amor y devoción, que es nuestro verdadero deber eterno.

Por tanto, debemos ofrecer a Dios los frutos de todas nuestras acciones, vincular todos nuestros proyectos a los suyos, entregarle todo lo que tenemos y poseemos, todo lo que hacemos, así como nuestro cuerpo, nuestra existencia y nuestra vida. Con ello mostramos nuestro amor a Dios y nuestro deseo de agradarle y, por supuesto, de complacerle. Esta es la perfección de la existencia.

La actitud ideal de quienes están imbuidos de pura virtud es complacerse en mezclar sus propios deseos e intereses con los de Dios, y unir su propia voluntad con la del Señor. Entonces experimentan una alegría extrema e incomparable, pues sólo buscan la satisfacción de Dios. Nuestro deber natural es unir nuestros deseos con la Suprema Voluntad de Dios. Esto es el verdadero amor a Dios.

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