La Ciencia Espiritual Pura
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especies humanas, sumando en conjunto 8.400.000 variedades de cuerpos que se encuentran en diversos planetas del universo. De este modo es como se persiguen las andanzas del ser distinto como consecuencia de innumerables transmigraciones que responden así a la llamada de las diferentes formas de deseos materiales que la ocupan. A decir verdad, el alma ya transmigra de un cuerpo a otro cuando pasa de la infancia a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud y de la juventud a la vejez. Después, al término de la vejez, el alma pasa a un nuevo cuerpo determinado por los actos que haya realizado a lo largo de su vida. En efecto, es la propia alma distinta la que crea su cuerpo a través de la fuerza de sus deseos personales; la energía externa del Señor solo se ocupa de proporcionarle la envoltura material particular por la cual sus deseos se pueden ver plenamente satisfechos. Por ejemplo, el tigre durante su existencia anterior seguramente deseó deleitarse con la sangre de otros animales y, por la misericordia del Señor, hoy se encuentra dotado gracias a la energía material de un cuerpo que se corresponde con sus deseos sanguinarios. Al mismo tiempo, al que desea obtener un cuerpo de deva en un planeta superior se le concederá también por la misericordia del Señor. En cuanto a aquel que tiene la inteligencia de desear un cuerpo espiritual que le permita disfrutar de la compañía del Señor, también verá su deseo hecho realidad. Cada cual puede utilizar a su manera la ínfima parte de libertad a la que tiene derecho y el Señor da muestras de una bondad tal que le concederá a cada uno el cuerpo concreto al que aspira. Estos deseos se asemejan a sueños ilusorios: bajo el efecto del deseo, un hombre que, por ejemplo, haya visto oro y una montaña relacionará las dos ideas y soñará con una montaña de oro, pero cuando acabe el sueño nuestro hombre se dará cuenta de que en torno a él no hay oro ni montaña.

Los innumerables cuerpos materiales que deben envolver a los seres distintos en este mundo tienen como origen los falsos conceptos del «yo» y el «mío». Así, el materialista considera que el mundo le pertenece y el espiritualista piensa que «es» todo cuanto existe. El concepto material de la existencia que, en el alma condicionada se observa en la política, la sociología, la filantropía, el altruismo, etc., reposa totalmente en esta noción de «yo» y «mío» que nace de un poderoso deseo de goces materiales. Esta identificación del ser con su cuerpo y su lugar de nacimiento – es decir, el lugar en el que se ha reencarnado con ese cuerpo – que se manifiesta a través de diferentes nociones materiales como el socialismo, el nacionalismo, el apego familiar u otros tiene como única causa olvidar la verdadera naturaleza del alma distinta. Pero, en cuanto el ser así condicionado entra en contacto con el maestro espiritual auténtico, todas las ilusiones desaparecen.

Formar solo UNO con el Señor Supremo consiste en unir nuestros deseos a los suyos. Esa es la perfección de cualquier deseo. El secreto de la existencia consiste en cooperar con los deseos Divinos de Dios.

El Padre Eterno reside en el corazón de cada uno de los seres vivos en su forma de Alma Suprema o Espíritu Santo y desde allí observa sus actos igual que un testigo.

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