Aprendamos a Conocer al Padre Eterno
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Superficialmente, vemos que estos tres Seres Supremos están en contacto con māyā, la energía material. Sin embargo, nunca toca a Ká¹›iá¹£hṇa, que vive más allá, en la cuarta dimensión. Hay tres elementos distintos en este mundo material, a saber, la materia, el alma separada (nosotros) y el Alma Suprema. Los tres son totalmente dependientes de Krishna, Dios, la Persona Suprema.

En efecto, el Alma Suprema es una representación parcial, una emanación plena de la Persona Soberana. Krishna, Dios, la Persona Suprema, gobierna todo el universo material a través de Su única representación parcial. Dios es grande, sólo puede ser el proveedor de las necesidades de las almas separadas. Por lo tanto, el Alma Suprema no puede ser identificada con una representación completa del Señor Soberano, la Persona Divina Absoluta. En la primera etapa, el alma separada alcanza la realización del Alma Suprema. Luego, en una etapa superior, podrá alcanzar la realización de Dios, la Persona Suprema, a través de la inteligencia, las escrituras y, especialmente, a través de la gracia del Señor mismo.

El Señor como Avatar (Ksirodakasayi Visnu) mora con el alma individual encarnada para mantenerla viva en el cuerpo material que ocupa.

El ser vivo, una entidad espiritual encarnada, una parte infinitesimal de Dios, la Persona Suprema, existe por la misericordia del Señor que le acompaña en cualquier cuerpo, humano, animal o vegetal. Es porque desea un disfrute material particular que el Señor le proporciona un cuerpo similar a una máquina. El Señor se queda con él como Avatar (Ksirodakasayi Visnu), para mantenerlo vivo en el cuerpo material denso que ocupa.

Está escrito: «Adoro a la Persona Soberana, Dios, que impregna cada galaxia y átomo como una de Sus emanaciones plenarias y así manifiesta Su energía infinita en toda la creación material».

El Señor Supremo, mora con el alma en el cuerpo material, para que pueda disfrutar de las comodidades de la vida material.

Dios es testigo de todos nuestros actos.

Mientras que la justicia humana a menudo es incapaz de determinar con certeza quién es culpable o no está dispuesta a saberlo o incluso a procesarlo, la justicia kármica es muy diferente.

Hay muchos testigos de nuestros actos. En primer lugar, Dios mismo, el Señor Supremo, es un testigo directo de nuestras acciones. Todos los textos sagrados de las religiones establecidas destacan la cualidad omnipotente de Dios, su omnisciencia y omnipresencia, pero ¿cómo manifiesta Dios, el Señor Supremo, esta omnipresencia en la práctica?

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