Las cualidades correctas, la actitud correcta, el comportamiento idéal
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El Señor Krishna recomienda que vivamos de acuerdo con sus enseñanzas.

Dios nos advierte contra el peor peligro posible.

Quien «mate» el alma irá a los planetas llamados «infieles», donde hay ignorancia de los datos relativos a Dios como realmente es, conciencia de nuestra verdadera identidad espiritual, conocimiento espiritual perfecto y verdad absoluta. El propósito de la existencia es alcanzar la realización espiritual y restablecer nuestra relación olvidada con Dios.

En realidad, «matar» el alma es rechazar a Dios, seguir ignorando que en realidad somos almas espirituales y no el cuerpo material en el que estamos encarnados, no buscar la realización espiritual e interesarse únicamente por el cuerpo material y los placeres que engendra.

El hombre se diferencia de los animales en que tiene mayores responsabilidades. Llamamos «almas virtuosas» a las que son conscientes de ellas, las asumen y actúan en consecuencia, e «incrédulas» a las que las descuidan o incluso las ignoran. Todo ser humano pertenece a una u otra de estas dos categorías.

El hombre inteligente debe recordar siempre que la forma humana se obtiene sólo después de muchísimas reencarnaciones del alma, durante varios millones de años. A diferencia de otras formas corporales, animales y vegetales, sólo la forma humana permite al alma acceder al conocimiento de Dios y desarrollar la inteligencia.

El incrédulo es aquel que, a pesar de tales bienes, no aprovecha al máximo la forma humana para realizar su yo espiritual. Es un «asesino de almas», cuyo destino es hundirse en la oscuridad más profunda de la ignorancia para sufrir sin cesar. Este es el peligro contra el cual Dios nos advierte.

La forma humana no nos es dada para que podamos trabajar como el burro o el camello, sino para permitirnos alcanzar la mayor perfección del ser. Si no estamos interesados ​​en alcanzar la realización espiritual, la naturaleza por sí misma nos obligará a trabajar duro, queramos o no.

En la era en que vivimos, también llamada la era de la discordia, la hipocresía, la lucha, la indiferencia, la decadencia y el pecado, el hombre se ve obligado a trabajar como una bestia de carga. De hecho, toda la tierra se ha convertido ahora en un ejemplo de las áreas donde los incrédulos son enviados a sufrir por sus actos pecaminosos.

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