La morada personal del Señor Krishna se llama Goloka Vrindavana, y los reinos donde residen Sus emanaciones plenarias se llaman Vaikunthas. Allí el Señor manifiesta su presencia como Narayana.
Sin embargo, este despertar espiritual se produce en distintos grados. Aquellos cuyo amor por Dios se desarrolla hasta el más alto nivel de perfección alcanzan el planeta Goloka Vrindavana en el mundo espiritual, mientras que aquellos que han reavivado este amor sólo incidentalmente o a través del mero contacto espiritual alcanzan los planetas Vaikunthas.
Básicamente, no hay diferencia entre Goloka Vrindavana y Vaikuntha. Pero en los Vaikunthas, el Señor es servido en infinita opulencia, mientras que en Goloka Vrindavana, el servicio que se le ofrece toma la forma de afecto natural. Este amor por Dios se reaviva a través del contacto con los devotos puros del Señor. Los que se despiertan al amor de Dios llegan a los planetas del mundo espiritual.
El Señor dice: Yo aparezco de edad en edad, para liberar a Mis devotos, para aniquilar a los malhechores demoníacos y para restaurar los principios de la espiritualidad.
Sin embargo, el hecho es que los seres santos absorbidos en el servicio devocional ofrecido al Señor con amor sublime son recompensados cientos y miles de veces más que los malhechores demoníacos, y son elevados a los planetas espirituales donde moran en Su compañía, para una existencia de dicha eterna.
Los seres demoníacos y los impersonalistas que afirman que Dios es un Ser Divino sin forma llegan a fundirse en el resplandor que emana del cuerpo espiritual del Señor, mientras que los seres santos, las almas puras, son admitidos en los planetas espirituales.
Imaginemos por un momento la diferencia entre simplemente flotar en el espacio y poder vivir en un planeta. El placer de los seres espirituales que viven en un planeta supera con creces el de las almas sin cuerpo que se funden en las moléculas de los rayos solares. Así, los impersonalistas no se ven favorecidos en absoluto por los enemigos del Señor.
En realidad, ambos tienen acceso al mismo nivel de liberación espiritual.
El Señor no está obligado a venir a este mundo, pero cuando uno de sus devotos lo lleva a hacerlo, es por el bien de toda la galaxia que desciende a la tierra.
Entendamos que cuando el Señor mata a alguien, esa persona se purifica espiritualmente de inmediato por haberlo tocado o mirado, y porque la persona se concentra en ese momento en el Ser Supremo abandonando su cuerpo. Así, esta persona llega al mismo destino que el espiritista que pasa años estabilizando su mente meditando en Dios, para dejar su cuerpo mientras se concentra en la Persona Suprema.