La ciencia de Dios, o ciencia de la salvación
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Respondiendo a la misión del Señor, todos los hombres aceptarán entonces su Santo Nombre como el lugar común de la religión universal. Entonces seremos liberados de los peligros de esta edad oscura. Al cantar o recitar el himno Haré Krishna, seremos liberados de todas las dificultades de este mundo material.

Esta es la esencia de la verdad.

¿Por qué Dios, la Persona Suprema, permite que los malvados destruyan a los justos?

Verdaderamente, muchas personas en la época actual de lucha, lucha, hipocresía, indiferencia, decadencia, pecaminosidad y olvido de Dios están bajo la influencia de la energía material del Señor Supremo, en su forma de energía de ilusión, que los sumerge en ignorancia de los datos relacionados con el Señor Krishna como Él realmente es, y de la verdad existencial.

El hombre por influencia de la energía ilusoria, conocida como maya, elige la tranquilidad, el placer de los sentidos, y ve abrirse ante él tres puertas que conducen al infierno, estas son la concupiscencia, la ira y la codicia. Quien no los cierra, no se aleja de ellos, se aleja de Dios, se sumerge en las tinieblas y por los efectos que provoca, acaba sufriendo.

No ve el punto de controlar sus sentidos. Los sentidos descontrolados, esclavizados por la lujuria, son comparados con enemigos, que lo empujarán a convertirse en esclavo de ellos. Quien ignora su naturaleza perniciosa y se abandona a ellos, se convierte en su víctima, y ​​está destinado a sufrir ya en la vida presente, y ciertamente en la próxima.

En verdad, es el interés del alma que cada uno de nosotros es el que debe buscarse, y no el del cuerpo en el que estamos encarnados.

Pero los hombres de la época actual, desgraciadamente inmersos en el materialismo, ignoran los datos espirituales superiores, que dispensan un conocimiento sublime y eterno, conducen a Dios, al mundo real ya la vida real. No saben que son ciegos, como dijo Jesús. No saben que actúan bajo la influencia de Maya, la energía ilusoria. Si no lo resisten, serán derrotados por él y obligados a morir y renacer sin cesar.

La verdadera función del ser humano no es buscar disfrutar de sus sentidos indiscriminadamente, continuamente, sin freno, como un animal, sino practicar la austeridad, la penitencia, el arrepentimiento, los principios regulativos (no tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, no comer carne, pescado y huevos, no consumir drogas, cigarrillos, café y té, y no jugar), para adquirir la verdadera felicidad y la bienaventuranza espiritual y eterna, que trasciende la fugaz felicidad material.

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