Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Krishna es el Testigo de nuestras acciones, palabras y pensamientos, y da a cada uno lo que merece.

El Alma Suprema se llama amigo, porque Dios, la Persona Suprema, muestra tal benevolencia al alma separada que la acompaña cuando se reencarna de un cuerpo a otro. Además, el Señor, a través de maya, su energía material en su naturaleza material, crea un nuevo cuerpo para él según sus deseos y karma. El corazón desempeña una función mecánica en el organismo.

El cuerpo de una persona es creado a través de maya, la energía material de Krishna, en su aspecto de naturaleza material, cuyos cinco elementos; tierra, agua, fuego, aire y éter, que se originan en ella, conforman los diferentes cuerpos de la materia, humana, animal y vegetal.

Y según las actividades que esta persona haya realizado durante su vida actual, se creará otro vehículo (cuerpo) para ella, siempre bajo la dirección de maya. Cuando llega el momento (tan pronto como se produce la muerte), nuestro próximo cuerpo se determina inmediatamente, y el alma individual, así como el Alma Suprema, se transporta a esta nueva «máquina». Así es como se produce la reencarnación. Durante el traslado de un cuerpo a otro, el alma es llevada por los siervos de Yamaraja, el señor de la muerte y juez de los culpables, que primero la hacen pasar por un cierto tipo de vida infernal para acostumbrarla a la condición que tendrá que vivir en su próximo cuerpo, si se ha comportado mal durante su existencia.

Ambos se encuentran en el corazón del nuevo cuerpo, desde donde el Señor la aconseja y orienta, actuando como Testigo de todo lo que hace, dice y piensa. Krishna también es llamado el «Maestro del Sacrificio».

El alma individual, distinta de Dios, sólo puede actuar en colaboración con el Alma Suprema, pues es ésta quien le da las directrices para actuar o no. Nadie puede actuar sin la aprobación del Alma Suprema, el Testigo Divino, y es también el Alma Suprema la que consiente o no su realización.

El Alma Suprema en el corazón de cada ser vivo es testigo de todas nuestras acciones y nos hace cosechar los frutos de ellas. Puede que nosotros mismos olvidemos lo que hemos hecho en nuestras vidas anteriores, pero como el Señor ha sido testigo de ello, las consecuencias de nuestros actos siguen cayendo sobre nosotros, y estamos obligados a sufrirlas, aunque no sepamos de dónde vienen. El Alma Suprema reside en el corazón de todos los seres vivos y los dirige.

Al cambiar de cuerpo, el ser separado olvida sus actos pasados, pero el Alma Suprema, que conoce el pasado, el presente y el futuro, da testimonio de sus actos. Los seres vivos, condicionados por la materia, son por lo tanto dirigidos en todos sus actos por el Alma Suprema. Bajo la guía del Alma Suprema, obtienen lo que merecen, y aún bajo su guía divina, son llevados por la máquina del cuerpo hecha de energía material. Tan pronto como el ser separado es colocado en un cuerpo, tiene que actuar de acuerdo con los condicionamientos de ese cuerpo.

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