Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 444

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En verdad, todos los seres vivos, humanos, animales y vegetales, como seres espirituales encarnados en estos diversos cuerpos, se derivan originalmente de la misma fuente Divina, Dios. Todos ellos pertenecen a la energía marginal del Señor.

Por eso debemos aprender a ver a todos los seres que nos rodean como almas espirituales, fragmentos y partes infinitesimales del Señor Supremo, encarnados en diferentes cuerpos.

El Señor dice: «Todos los seres son fragmentos de Mi Persona. El afecto que sienten por Mí es natural y lo acojo con gran alegría.»

El ser santo debe ofrecer sus respetos a todo ser unido al Señor por una relación personal, porque en el origen de todas las cosas, todos los seres tienen una relación específica y particular con el Señor. Como fragmentos infinitesimales de su Persona, debemos esforzarnos por verlos a todos con igual consideración espiritual.

En verdad, el sabio erudito ve con el mismo ojo al virtuoso y al marginado, así como al cerdo, al perro, a la vaca o a la brizna de hierba. Sus ojos no se detienen en el cuerpo, que es sólo una cáscara exterior del alma. No ve la vestimenta del sabio, del ser humano, de la vaca, del cerdo o de la brizna de hierba, sino que percibe directamente el alma espiritual, que es parte integrante del Señor Supremo, que reside en sus diferentes cuerpos.

Existen diferencias corporales entre las distintas variedades de seres vivos, pero el ser santo no debe distinguir entre los seres sobre esta base. Debe adquirir la visión de que el alma individual, que cada uno de nosotros es, y el Alma Suprema están ambos igualmente presentes en cada cuerpo y en todas las especies.

Por eso no debemos dañar a todos los seres vivos, humanos, animales y plantas, y amarlos a todos con un amor igual e incondicional. Además, debemos proteger a todos los animales y plantas, y comprender que no tenemos enemigos, y que espiritualmente todos somos iguales.

El Señor dice: «A través del fuego ardiente de la muerte, infundo un miedo espantoso a cualquiera que haga la más mínima distinción entre él y otros seres a causa de las diferencias externas [corporales].»

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