Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 431

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Enseñanza sobre el destino del hombre demoníaco malvado, los orígenes de la vida demoníaca y la fuente de la existencia demoníaca.

El Señor Supremo dice:« Habiendo buscado refugio en el falso ego [identificación con su cuerpo y el deseo de dominar la materia y la naturaleza material], en el poder, el orgullo, la concupiscencia y la ira, el demoníaco blasfema la verdadera religión y Me envidia a Mí, el Señor Supremo, que reside en su propio cuerpo así como en el de los demás.»

El hombre malvado, endemoniado, por ser siempre hostil a la supremacía de Dios, se resiste a creer en las Sagradas Escrituras. Tiene envidia de las Sagradas Escrituras y de la existencia de Dios, la Persona Suprema. Estos son los frutos de su pseudo prestigio, riqueza y poder. No sabe que su vida actual se está preparando para otra. Siente envidia tanto hacia sí mismo como hacia los demás. Sobre su propio cuerpo y sobre el de los demás, ejerce actos de violencia. Al carecer de conocimiento, ignora el control soberano de la Persona Suprema.

Celoso de las Sagradas Escrituras y de Dios, la Persona Suprema, produce tesis falsas para negar toda existencia divina, refuta la autoridad de las Sagradas Escrituras. En cada acto suyo, se cree independiente y todopoderoso. Se imagina que, como nadie le iguala en fuerza, poder o riqueza, puede actuar a su antojo, sin que nadie pueda detenerle. Actualmente tenemos un ejemplo de estos siniestros personajes a la cabeza de ciertos estados o empresas multinacionales. Que tenga entonces un enemigo que le obstaculice en su búsqueda de poder y de placeres sensoriales, e ideará toda clase de planes e intrigas para derribarlo manifestando su propio poder.

El Señor añade: «Los envidiosos y malvados, los últimos de los hombres, los sumerjo en el océano de la existencia material en las diversas formas de vida demoníaca.»

Verdaderamente, la función de colocar un alma individual distinta de Dios en un cuerpo particular de materia es el privilegio de la voluntad del Señor Supremo. El hombre malvado y demoníaco puede no consentir en reconocer la supremacía del Señor Supremo y actuar según sus caprichos, pero es Dios quien decidirá las circunstancias de su próxima vida, no él.

Tras la muerte del cuerpo material, el alma encarnada se coloca en el vientre de una nueva madre, donde, bajo la dirección de un poder superior, toma un nuevo cuerpo de acuerdo con su karma. Así vemos innumerables formas de vida, humana, animal, vegetal, evolucionando en el seno de la existencia material, todas ellas pensadas por esta fuerza superior. Es evidente que no se deben al azar.

En cuanto a los seres demoníacos, se ven obligados a renacer en el seno de una familia descreída, atea, malvada y demoníaca. Así conservarán su naturaleza envidiosa, y seguirán siendo los últimos de los hombres. Siempre llenos de concupiscencia, odio y violencia, como seres insanos que son, nos recuerdan a los animales de la selva.

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