Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 105

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El Señor dice: «Que la fortuna te sonría. Cuéntame tus deseos, pues Yo soy el otorgador de todas las bendiciones. Sabed, sin embargo, que lo más elevado de todo, y el fruto de todas las austeridades, es la revelación de mi forma personal.»

Conocer y ver cara a cara al Ser Divino en persona es la más alta revelación de la Verdad Suprema, superior a la del Ser Supremo Espiritual Impersonal, única forma de Dios conocida por los hombres, y a la del Alma Suprema localizada, también llamada Espíritu Santo.

El que realiza al Señor Supremo no tiene que someterse a un ascetismo espantoso. Lo único que le queda es dedicarse al servicio devocional para la única satisfacción del Señor. En otras palabras, quien ha realizado y visto al Señor Supremo ha alcanzado la perfección, pues esta culminación última lo incluye todo. Sin embargo, los impersonalistas y los llamados espiritualistas no pueden alcanzar este nivel.


Logos 106

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La creación del mundo material no es un fenómeno ciego o aleatorio. Ofrece a los seres eternamente encarnados y condicionados por la materia una oportunidad de alcanzar la liberación bajo la guía de un representante del Señor como es el auténtico maestro espiritual, un servidor íntimo del Eterno Supremo.

Si el Señor ha instruido a estos últimos en el conocimiento espiritual o ciencia de Dios, es porque desea que este conocimiento se difunda entre las almas condicionadas. En efecto, es necesario que el Señor conciba la creación y el proceso de difusión del conocimiento espiritual en beneficio de los seres atrapados en la materia, que han olvidado el vínculo que los une al Señor. El auténtico maestro espiritual asume la gran responsabilidad de liberar a las almas condicionadas y por ello es muy querido por el Señor. Naturalmente, se esfuerza por devolver a las almas caídas al reino de Dios, su morada original.

En verdad, el Señor desea profundamente ver los fragmentos de Su Persona que somos, regresar a Él en Su reino eterno, toda la dicha, el conocimiento y la eternidad, para experimentar una existencia de dicha eterna. Así, nadie será más querido por Él que aquel que desea ardientemente ayudar a las almas caídas a volver a Él. El propósito último del conocimiento espiritual y de la ciencia de Dios es conocer al Señor; no debe utilizarse para ningún otro propósito.

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