Palabras de Dios
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¿Cuándo comprenderán los que eligen el camino de la maldad que el materialismo, el odio, el racismo, la ira, la violencia, la venganza y el resentimiento engendran la cerrazón, esclerotizan el intelecto, disminuyen el discernimiento, impiden cualquier perspectiva de futuro, acentúan la ansiedad y la tristeza, aumentan el sufrimiento y encadenan el ser a la materia?

Sólo el amor incondicional, la amabilidad, la bondad, la generosidad, la compasión, la tolerancia, la misericordia, la magnanimidad, la humildad y la benevolencia abren la mente a Dios, a la verdad, permiten adquirir la conciencia de Dios, elevan y liberan el propio ser, amplían el espacio-tiempo y eliminan la tristeza. Cuando el alma espiritual encarnada sirve al Señor Supremo, se libera de todas las necesidades materiales y sus sentidos se purifican por el mero hecho de emplearse en el servicio del Eterno Supremo, Krishna. La reencarnación es una realidad ocultada a los hombres por los seres demoníacos. La reencarnación se actualiza mediante los actos, pensamientos, palabras y deseos, que determinan cuál será la próxima existencia y qué cuerpo será el nuestro. Entonces comenzará el ciclo de muertes y renacimientos repetidos sin fin, acompañado de su cuota de sufrimiento. Todos los que aman a Dios, le obedecen, hacen su voluntad divina y le sirven con amor y devoción, escapan a la reencarnación, pues el Señor pondrá fin a su estancia en el universo material y los llevará a su reino eterno y absoluto.

En el camino de la acción, [karma: la ley de acción-reacción, o la ley de causa y efecto] cada acto engendra una consecuencia de sí mismo. De este modo, se refuerza la cadena material que nos mantiene cada vez más atrapados en la materia. Esta cadena de acciones y consecuencias sólo puede romperse cuando nos ponemos al servicio de Dios, para hacer sólo su voluntad. Quien actúa en perfecta armonía con la voluntad del Señor, guiado por los auténticos maestros espirituales, siervos cualificados del Señor Supremo, y se adhiere estrictamente a los principios de la religión establecidos por Dios, no tiene motivos para desanimarse.

Sean cuales sean las pruebas que el ser encarnado tenga que afrontar, el Señor Supremo permanece a su lado, apoyándole y aliviándole de toda desesperación.

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